jueves, 31 de enero de 2008

Epístola Tropicopolitana


Aterido de libertad
entre otras intoxicaciones
hubo una carta que no envié
y un parpadeo entre dos soles

Fueron temporadas ciclónicas
mandobles revolucionarios
una isla de amores locos
amigos de gestos fanáticos

Los crepúsculos ocurrían
con lentitud de marihuana
Atravesábamos la noche
de heréticas hembras atlánticas

Un trópico causa alegría
Dos trópicos me dan tristeza
Tres tristes trópicos provocan
Alucinaciones de lengua.

Buscaba la salud rabiosa
contraria contrariis curantur
fusiles consignas verdaderas
mujeres ad usum poetarum


Era evitable imaginarte
despedazado por los puros
allá en el sur gris de la patria
el torvo país de huriburos

En Nuestra América es poeta
quien hace una canoa y una rema
Por una vez palabra y cosa
serán la comunición extrema

La de epiléptica poesía
y silogismos preverbales
matemáticas incendiadas
Wittgenstein de logos salvaje

ENVIO

Epístola Moral a Nadie
emitida en esta galaxia
Si Nadie creó lo que hay
que al menos sirvan las palabras

(De El uso de la palabra, 1969)

Mario Trejo


Publicado en E. Bayley et al., La poesía del cincuenta, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981



Más cartas de ficción en http://www.cartas.org.ar/

miércoles, 30 de enero de 2008

Cartas de Renato


17/II/73

Querida y bien ponderada Tere:
Luego de un viaje realmente cómodo (ya que el micro era súper-comfort) llegamos a estas playas verdaderamente espléndidas, con días de pleno sol, Tere, haceme el favor de decirle a Hugo y Miguel que no recibi el telegrama que habían prometido mandar para que reservara el Hotel, por lo tanto luego de esperar unos días te mando la postal que te prometí.
Saludos a todo Copygraph, hasta pronto
Gordy

Más cartas de verdad aquí

lunes, 28 de enero de 2008

Carta al Señor Secretario de la Academia Española

La Libertad, 5 de enero de 1876

Al señor secretario de la Academia Española:
Ayer he tenido la honra de recibir, por conducto del señor cónsul de España residente en esta ciudad, una carta de V. S. fecha en Madrid a 30 de diciembre de 1873, acompañándome el diploma de miembro correspondiente de la Academia Española, y un ejemplar de los Estatutos y Reglamento de este ilustre cuerpo literario. Y, como al final de la muy estimada de V. S. me previene darle aviso del recibo de esos documentos, me apresuro a satisfacer los deseos da V. S. suplicándole al mismo tiempo manifestar mi más profunda gratitud, a los señores miembros de la Academia, y muy particularmente a los caballeros Segovia, Hartzenbusch y Puente Apezechea, por el favor con que han querido distinguirme considerándome capaz de contribuir a los fines de esa afamada corporación. Según el artículo primero de sus estatutos, el instituto de la Academia es cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana. Este propósito pasa a ser un deber para cada una de las personas que aceptando el diploma de la Academia, gozan de las prerrogativas de miembros de ella y participan de sus tareas en cualesquiera de las categorías en que se subdividen según su reglamento. En presencia de una obligación que espontáneamente se impone un hombre honrado, debe, ante todo, medir sus fuerzas, y hecho de mi parte este examen con escrupulosidad, debo declarar a V. S. que no me considero capaz de dar cumplimiento a cometido alguno de los que impone a sus miembros el citado artículo primero de los Estatutos Académicos, por las razones que someramente paso a indicar, suplicando a V. S. las reciba como expresión sincera y leal de quien no quisiera aparecer desagradecido a las distinciones y beneficios que se le hacen, mucho más cuando provienen de una corporación a la cual todo hombre culto que habla lengua castellana, tributa el respeto que se merece.

Aquí, en esta parte de América, poblada primitivamente por españoles, todos sus habitantes, nacionales, cultivamos la lengua heredada, pues en ella nos expresarnos, y de ella nos valemos para comunicarnos nuestras ideas y sentimientos; pero no podemos aspirar a fijar su pureza y elegancia, por razones que nacen del estado social que nos ha deparado la emancipación política de la antigua metrópoli.

Desde principios de este siglo, la forma de gobierno que nos hemos dado, abrió de par en par las puertas del país a las influencias de la Europa entera, y desde entonces, las lenguas extranjeras, las ideas y costumbres que ellas representan y traen consigo, han tomado carta de ciudadanía entre nosotros. Las reacciones suelen ser injustas, y no sé si en Buenos Aires lo hemos sido, adoptando para el cultivo de las ciencias y para satisfacer el anhelo por ilustrarse que distingue a sus hijos, los libros y modelos ingleses y franceses, particularmente estos últimos.

El resultado de este comercio se presume fácilmente. Ha mezclado, puede decirse, las lenguas, como ha mezclado las razas. Los ojos azules, las mejillas blancas y rosadas, el cabello rubio, propios de las cabezas del norte de Europa, se observan confundidos en nuestra población con los ojos negros, el cabello de ébano y la tez morena de los descendientes de la parte meridional de España. Estas diferencias de constitución física, lejos de alterar la unidad del sentimiento patrio, parece que, por leyes generosas de la naturaleza que a las orillas del Plata se cumplen, estrechan más y más los vínculos de la fraternidad humana, y dan por resultado una raza privilegiada por la sangre y la inteligencia, según demuestra la experiencia a los observadores despreocupados.

Este fenómeno, no estudiado todavía como merece, y que, según mis alcances, llegará a ser uno de los datos con que grandes problemas sociales han de resolverse, se manifiesta igualmente, a su manera, con respecto a los idiomas.

En las calles de Buenos Aires resuenan los acentos de todos los dialectos italianos, a par del catalán que fue el habla de los trovadores, del gallego en que el Rey Sabio compuso sus cántigas, del francés del norte y mediodía, del galense, del inglés de todos los condados, etc., y estos diferentes sonidos y modos de expresión cosmopolitizan nuestro oído y nos inhabilitan para intentar siquiera la inamovilidad de la lengua nacional en que se escriben nuestros numerosos periódicos, se dictan y discuten nuestras leyes, y es vehículo para comunicamos unos con otros los porteños.

Esto, en cuanto al idioma usual, común, el de la generalidad. Por lo que respecta al hablado y escrito por las personas que cultivan con esmero la inteligencia y tratan de elaborar la expresión con mejores instrumentos que el vulgo, cuyo uso por otra parte es ley suprema del lenguaje, debo confesar que son cortas en número, y aunque de mucha influencia en esta sociedad, tampoco tienen títulos para purificar la lengua hablada en el siglo de oro de las letras peninsulares, de que la Academia es centinela desvelado. Los hombres que entre nosotros siguen carreras liberales, pertenezcan a la política o a las ciencias aplicadas, no pueden por su modo de ser, escalar los siglos en busca de modelos y de giros castizos en los escritores ascéticos y publicistas teólogos de una monarquía sin contrapeso. Hombres prácticos y de su tiempo, antes que nada, no leen sino libros que enseñan lo que actualmente se necesita saber, y no enseñan las páginas de la tierna Santa Teresa ni de su amoroso compañero San Juan de la Cruz , ni libro alguno de los autores que forman el concilio infalible en materia de lenguaje castizo.

Yo frecuento con intimidad a cuantos en esta mi ciudad natal escriben, piensan y estudian, y puedo asegurar a V. S. que sus bibliotecas rebosan en libros franceses, ingleses, italianos, alemanes, y es natural que adquiriendo ideas por el intermedio de idiomas que ninguno de ellos es el materno, por mucho cariño que a éste tengan, le ofendan con frecuencia, sin dejar por eso de ser entendidos y estimados, ya aleguen en el foro, profesen en las aulas o escriban para el público. Hablarles a estos hombres de pureza y elegancia de la lengua, les tomaría tan de nuevo, como les causaría sorpresa recibir una visita vestida con la capa y el sombrero perseguidos por el ministro Esquilache.

Por muy independiente que me crea, incapaz de ceder a otras opiniones que a las mías propias, confieso a V. S. que no estoy tan desprendido de la sociedad en que vivo, que me atreva, en vista de lo que acabo de exponer, a hacer ante ella el papel de vestal del fuego que arde emblemático bajo el crisol de la ilustre Academia.

El espíritu cosmopolita, universal, de que he hablado, no tiene excepciones entre nosotros. Son bien venidos al Río de la Plata los hombres y los libros de España, y está en nuestro inmediato interés ver alzarse el nivel intelectual y social en la patria de nuestros mayores; pues nada tan plácido y sabroso para el espíritu como nutrirse por medio de la lengua en que la humana razón comienza a manifestarse en el regazo de las madres. Es penoso el oficio de disipar diariamente esa especie de nube que oscurece la página que se lee escrita con frase extranjera, y a este oficio estamos condenados los americanos, so pena de fiarnos a las traducciones, no siempre fieles, que nos suministra la imprenta europea.

Podría decirme V. S. que todo cuanto con franqueza acabo de expresarle, prueba la urgencia que hay en levantar un dique a las invasiones extranjeras en los dominios de nuestra habla. Pero en ese caso yo replicaría a V. S. con algunas interrogaciones: —¿Estará en nuestro interés crear obstáculos a una avenida que pone tal vez en peligro la gramática, pero puede ser fecunda para el pensamiento libre? ¿Mueven a los americanos las mismas pasiones que el patriota y castizo autor del ardoroso panfleto —“Centinela contra franceses”— impreso al comenzar el siglo, cuando la ambición napoleónica exaltaba el estro de Quintana a y el valor del pueblo ibero, contra la usurpación extranjera? ¿Qué interés verdaderamente serio podemos tener los americanos en fijar, en inmovilizar, al agente de nuestras ideas, al cooperador en nuestro discurso y raciocinio? ¿Qué puede llevarnos a hacer esfuerzos por que al lenguaje que se cultiva a las márgenes del Manzanares, se amolde y esclavice el que se transforma, como cosa humana que es, a las orillas de nuestro mar de aguas dulces? ¿Quién podrá constituirnos en guardianes celosos de una pureza que tiene por enemigos a los mismos peninsulares que se avecinan en esta Provincia?
Llegan aquí, con frecuencia, hijos de la España con intento de dedicarse a la enseñanza primaria, y con facilidad se acomodan como maestros de escuela, en mérito de diplomas que presentan autorizados por los institutos normales de su país. Conozco a la mayor parte de ellos, y aseguro a V. S. con verdad, salvando honrosas excepciones, que cuando se han acercado a mí, como a director del ramo, he dudado al oírlos que fuesen realmente españoles, tal era de exótica su locución, tales los provincialismos en que incurrían y el dejo antiestético de la pronunciación, a pesar de la competencia que mostraban en prosodia y ortología teóricas. Con semejante cuesta que subir, sería tarea de Sísifo mantener en pureza la lengua española.

A mi ignorancia no aqueja el temor de que por el camino que llevamos, lleguemos a reducir esa lengua a una jerga indigna de países civilizados. El idioma tiene íntima relación con las ideas, y no puede abastardarse, en país alguno donde la inteligencia está en actividad y no halla rémoras el progreso. Se transformará, sí, y en esto no hará más que ceder a la corriente formada por la sucesión de los años, que son revolucionarios irresistibles. El pensamiento se abre por su propia fuerza el cauce por donde ha de correr, y esta fuerza es la salvaguardia verdadera y única de las lenguas, las cuales no se ductilizan y perfeccionan por obra de gramáticos, sino por obra de los pensadores que de ellas se sirven. La prueba la dan manifiesta aquellos idiomas desapacibles para oídos latinos, idiomas pobres y mendigos de voces ajenas, que sin embargo, sirven desde siglo atrás a las ciencias y a la literatura de modo a dar envidia a los mismos que se envanecen y deleitan con la atonía de algunas de las lenguas oriundas de la romana.

Siento no poder dar forma técnica a estas generalidades. Pero la vulgaridad de la forma no impedirá a la sagacidad de V. S. penetrar en el fondo de mis palabras, y la Academia que tan ilustrada curiosidad manifiesta por conocer el estado en que se encuentra en América la materia de sus estudios, podrá tal vez sacar algún partido de la franqueza con que hablo a V. S. poniéndole de manifiesto los inconvenientes que encuentro en conciencia, para aceptar el diploma con que se me ha favorecido.

Permítame V. S. darle honradamente, otras razones para justificar la devolución del valioso diploma.

Creo, señor, peligroso para un sudamericano la aceptación de un título dispensado por la Academia Española. Su aceptación liga y ata con el vínculo poderoso de la gratitud, e impone a la urbanidad, si no entero sometimiento a las opiniones reinantes en aquel cuerpo, que como compuesto de hombres profesa creencias religiosas y políticas que afectan a la comunidad, al menos un disimulo discreto y tolerante por esas opiniones; y yo no estoy seguro de poder amañar mis inclinaciones a las de la Academia, según puedo juzgar por antecedentes que me son conocidos y por algunos artículos de su Reglamento.

Descubro ya, un espíritu que no es el mío en los distinguidos sudamericanos, especialmente de la antigua Colombia, que han aceptado el encargo de fundar Academias correspondientes con la de Madrid. Algunos de ellos me honran e instruyen con su correspondencia, y a los más conozco por sus escritos impresos. Adviértoles a todos caminar en rumbo extraviado y retrospectivo, con respecto al que debieran seguir, en mi concepto, para que el mundo nuevo se salve, si es posible, de los males crónicos que aflijen al antiguo.

La mayor parte de esos americanos, se manifiestan afiliados, más o menos a sabiendas, a los partidos conservadores de la Europa, doblando la cabeza al despotismo de los flamantes dogmas de la Iglesia romana, y entumeciéndose con el frío cadavérico del pasado, incurriendo en un doble ultramontanismo, religioso y social.

No puedo convenir, por ejemplo, en que el lenguaje humano sea otra cosa que lo que la filología y la historia enseñan sobre su formación. No puedo estar de acuerdo a este respecto, con el autor de un “Diccionario de la lengua castellana... Enciclopedia de los conocimientos útiles”, etc., que actualmente se publica en Madrid y en Buenos Aires, por entregas, bajo la dirección de D. Nicolás María Serrano. Según este caballero en la primera página de su obra, bella bajo el aspecto tipográfico y por los grabados que la acompañan, Dios nos ha dotado de la facultad preciosa del lenguaje para que le bendigamos, glorifiquemos en la tierra a fin de obtener el bien absoluto después de nuestra peregrinación en este valle de lágrimas. . ., etc.

Reducirnos a orar a Dios con la palabra y no con el pensamiento tácito, por los labios y no con la conciencia, es dar pábulo a prácticas idolátricas y caer en el materialismo del rezo de los devotos; es conducimos a imitar como lo más perfecto las prácticas ascéticas del claustro, donde se pasa la vida cantando salmos y rezando el oficio divino.

No creo que éste pueda ser el destino del hombre en esta vida. Si tal fuera, no le quedaría tiempo para estudiar la naturaleza y para encontrar en sus leyes el motivo de la adoración que la criatura racional pueda rendir al creador invisible y desconocido de tanta maravilla como la rodea.
Pongo en manos del señor cónsul de España, caballero D. Salvador Espina, el diploma de socio correspondiente que devuelvo respetuosamente suplicándole dé dirección segura a estos renglones. Al mismo tiempo tengo verdadera complacencia en manifestar mi más profundo agradecimiento a la Academia de que es y. S. intérprete, pidiéndole que con la tolerancia propia de un sabio se digne disimular los errores de que puedan adolecer los juicios que con franqueza me he atrevido a emitir.

De V. S. atento S. Servidor.

Juan María Gutiérrez

Ilmo. Sr. D. Aureliano Fernández-Guerra y Orbe, secretario accidental de la Academia Española.

Buenos Aires, diciembre 30 de 1875.


Publicado originalmente en Cartas de un porteño: Polémica en torno al idioma y a la Real Academia Española sostenida con Juan Martínez Villergas. Prólogo y notas de Ernesto Morales, Buenos Aires, Americana, 1942. Publicado en La literatura de Mayo y otras páginas críticas, Buenos Aires, Centro editor de América Latina, 1979.


Más cartas publicadas aquí

viernes, 25 de enero de 2008

Háblame de amor

Musée des Lettres et Manuscripts
8, rue Nesle, Paris
Del 11 de diciembre al 20 de abril de 2008



La exposición Parlez-moi d’amour, inaugurada el 11 de diciembre del pasado año, muestra la correspondencia amorosa de personalidades de la historia política (de Napoleón a Josefina), de la literatura (Victor Hugo, Guy de Maupassant), de la música (Edith Piaf), del arte o del cine (Jean Cocteau). Algunas cartas hablan de un amor platónico, otras de rupturas, de celos, de momentos pasionales.
Junto a las correspondencias, la muestra recoge una serie de libros, fotografías, postales y cajas; además de la última correspondencia ilustrada de Antoine de Saint-Exupery “The Petit Prince Last Love”
El Museo ofrece también una programación con conferencias, lecturas, paneles de discusión, convocatorias y eventos.



Más información aquí

jueves, 24 de enero de 2008

Por qué luchan los soldados

El catedrático Núñez Seixas estudia el lado humano de la II Guerra Mundial

Cristina Huete
El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago Xosé Manoel Núñez Seixas (Ourense, 1966) ha dado una vuelta de tuerca a la tradición historiográfica gallega y también a la suya propia. Especialista en la investigación de los nacionalismos españoles y europeos comparados, Seixas ha dado un paso al frente con un libro sobre la historia militar y la Segunda Guerra Mundial, Imperios de muerte. La guerra germano-soviética, 1941-1945 (Alianza Editorial). "Tenía ganas de cambiar de línea y no aburrirme ya con la Historia de Galicia y de España", confiesa el investigador inmerso en buscar explicación a la pregunta, "la gran pregunta", de por qué lucha la gente. "Desde nuestra historiografía tenemos bagaje suficiente para abordar estas cuestiones sin complejos, porque somos una Universidad universal".
El caso de Núñez Seixas es paradigmático. Su afición por el alemán, y el dominio de esta lengua (está casado además con una germana) le ha permitido acceder a documentación inédita, diarios y cartas de combatientes alemanes y de otros puntos de Europa. Y esto le ha llevado a escribir un libro sobre la dimensión social y cultural de la guerra más cruenta del siglo XX, "una carnicería absoluta", evitando centrarse "en la perspectiva militar clásica de la típica descripción de las batallas". "Esto está bien que se haga", dice, "pero que lo hagan otros".
Él ha contado la guerra desde la experiencia personal de los soldados. Y concluye que estos combaten por dos razones, bastante alejadas de la ideología e inoculadas y reforzadas por los ejércitos: una cultura de guerra "basada en el adoctrinamiento del culto a la virilidad para ahuyentar el miedo y convertir a los combatientes en máquinas" y la creación de un "sentimiento de fidelidad a los camaradas, una especie de células solidarias que dan sensación de pertenencia al grupo".
Núñez Seixas aborda ahora, estudiando ruso, la investigación de una segunda parte centrada en la División Azul. Reconoce que el papel de los españoles en el frente del Este ("apenas 45.000, una gota entre los 10 millones de soldados del Eje") está ya estudiado, pero desde la historia militar tradicional. Advierte, no obstante, que "la memoria oficial de la División Azul es sumamente benévola en España, como no podría ser de otra forma considerando que algunos de los directores generales de la Guardia Civil entre los años 60 y 80, varios implicados como golpistas en el 23-F, pasaron por la División Azul, incluido Aramburu Topete, ante el que se rindieron".
Pese a la intención del catedrático de dejar a un lado los nacionalismos, no ha hecho sino darse de bruces con ellos. "El nacionalismo es un componente ubicuo en la guerra germano-soviética", reconoce. El nazismo alemán contra el patriotismo estalinista ruso. "Dentro de la cosmovisión nazi del mundo no cabía la autodeterminación de los pueblos soviéticos no rusos, sino su sumisión e incluso aniquilación", destaca, señalando que además "desde el lado soviético la guerra se presentó como una causa patriótica en nombre del imperialismo nacional soviético". Stalin presentaba "la patria sovietica como paso de liberación de los pueblos del mundo del fascismo".
Pero el catedrático, en su conversación, también analiza el nacionalismo aquí y ahora. "Nunca el nacionalismo gallego tuvo tanto poder", reflexiona, pero señalando la paradoja de que "no hay correspondencia entre el nivel del voto nacionalista, de un 20%, con el tejido social que lo sustenta, considerablemente inferior". El experto se muestra escéptico con el ideario del BNG en el poder: "Algunas políticas se están centrando en la conmemoración del himno y la exaltación de los valores y tengo dudas de que en la era de la globalización esos instrumentos decimonónicos tengan efectividad". Seixas cree que hay un "déficit de modernización teórica" en el BNG mientras descarta que el PSOE pueda devolver a su útero el proyecto galleguista del PSG. "Tienen una cultura política de base muy españolista".

Publicado en el periódico El País, el 22 de enero de 2008

miércoles, 23 de enero de 2008

Postales de otra conquista

Fotografia. Las postales de indios que siguieron a la conquista del desierto
A la representación pictórica bárbara y violenta que se dio del indio tras la Conquista del Desierto, con malones y raptos de cautivas, siguió otra tan artificial y etnocéntrica, pero además humillante: fotografías de indios, ya empleados en estancias o ingenios, disfrazados de aborígenes, desnudados y amansados. Convertidas en postales que se comercializaron por aquellos años de expansión nacional, industria del turismo y auge epistolar, ahora son recopiladas por el antropólogo Carlos Masotta en el libro Indios (Editorial La Marca), como prueba de las prácticas blancas, más sutiles pero igual de atroces, que siguieron al exterminio.


Por Olvaldo Baigorria
Nadie ignora que el hombre blanco tuvo que recorrer largas distancias para ir a buscarlas. Llevaba cámaras, dinero, respaldo de editores y contactos con dueños de estancias e ingenios. Un ferrocarril lo dejó a las puertas de la aldea que crecía junto al lugar de trabajo. Allí escogió a sus modelos. Estas interrumpieron sus tareas rurales para posar en un ambiente más silvestre, descubrir los hombros y el torso, vestir atuendos más típicos. En algún caso, el hombre blanco habrá pedido un desnudo completo. Obtenerlo dependería de la propina ofrecida, de la ayuda de la presión patronal, del pudor o los límites personales. Así es como el hombre blanco compuso en negativo las imágenes de sus sueños: esos cuerpos sumisos, aunque de mirada oblicua o resistente. Cuerpos modelados en un entorno remoto, símbolos de pura naturaleza, puro instinto, sin tapujos, sin tabúes, fáciles de desnudar, fáciles de conquistar. Postales de indios.

Auténticas producciones
Entre 1900 y 1940, estas imágenes fueron lanzadas dentro de una operación comercial a gran escala favorecida por la expansión territorial del Estado argentino, el boom turístico, el coleccionismo, la escritura epistolar y los avances en la reproducción seriada de fotografías. En el centro de Buenos Aires y de otras ciudades se ofrecieron al visitante extranjero y al nacional que deseara escribir a Europa miles de postales con motivos regionales, criollos o exóticos de un país en búsqueda de identidad for export. Pero estas producciones contenían más información sobre el hombre blanco que sobre el indígena, según Carlos Masotta, autor del libro Indios en las primeras fotografías argentinas del siglo XX, de Editorial La Marca.
Portador de un apellido en cierto modo ilustre en tanto sobrino del crítico Oscar Masotta, el antropólogo de la UBA Carlos Masotta se ha dedicado a investigar cómo fueron representados estos pueblos en las tempranas fotografías, trabajando sobre colecciones privadas y archivos públicos “prácticamente saqueados”, como el Archivo General de la Nación. “Al principio, yo pensaba en las postales como algo secundario, que descartaba en mi búsqueda de otras fotos que se hicieran cargo de la cuestión indígena”, relata. “Después me di cuenta de que las postales mismas eran un corpus considerable para observar la representación iconográfica del indio en la Argentina. Observé que en ellas el valor documental de la imagen era sustituido por otro donde primaba un diseño exotista. Y que las postales documentaban la relación desigual entre el indio y el blanco.”
Desde principios del siglo XX, las casas editoriales que publicaban tarjetas postales comenzaron a hacer circular múltiples escenas de una Argentina recreada en calles, pueblos, ciudades, paisajes naturales. Pero en medio del auge inmigratorio de esos años, ¿quiénes eran típicamente argentinos? La moda criollista impuso una divisoria de aguas: el grupo más representativo de la identidad nacional terminaría siendo el gaucho. “En torno de la época del Centenario se discutía cuál era la figura auténtica de la argentinidad”, dice Masotta. “Entre las postales de indios y de gauchos se dio un contrapunto, en el cual aquéllos ocuparon un lugar pasivo, dócil y disponible. Fue como una relación bipolar y complementaria. El gaucho fue representado mediante escenas de trabajo rural o juegos y otras actividades lúdicas dirigidas por varones, mientras que en las postales de indios abundaron las mujeres y se produjo una feminización de la figura indígena en general. En este caso, todos los modelos eran situados mirando de frente al objetivo, siempre con un telón de fondo rústico o natural.”
Las postales habrían de cambiar radicalmente la imagen establecida en las representaciones pictóricas del siglo XIX, con sus pinturas del malón, el rapto de la cautiva y otras escenas clásicas de la “barbarie”. Tras el genocidio de la Campaña del Desierto se había producido una brutal recomposición territorial e identitaria. Ya no fue tanto la bravura del indio ni su aspecto combativo el que se buscó representar. Fue sobre todo su pasividad, su doblegación, su disponibilidad a ser descubierto por la mirada hegemónica. La operación fue posible por la incorporación de varias etnias aborígenes a la fuerza de trabajo, en especial en el Norte argentino, región privilegiada por las empresas editoras de postales. Los fotógrafos ya no precisaban ir a zonas tan riesgosas para buscar sus modelos: los encontraban dentro de los ingenios y otros establecimientos rurales de Chaco, Salta, Jujuy. El nuevo trazado de líneas férreas hasta las puertas de las empresas les facilitaba la tarea. Sólo necesitaban acordar con los patrones la visita, protegidos por apoyo policial o militar, durante la época de la zafra o la cosecha.

Topless y taparrabos
El Ingenio Ledesma habría sido un proveedor importante de muchas de las fotos de trabajadores “vestidos de indios” para las postales que se vendían en quioscos y vidrieras porteñas en la década del ‘30. Para producirlas se elegían escenarios despojados de señales de modernidad, sean edificios rurales, instrumentos de labranza o ropas de paisanos. Luego se hacía posar a las y a los modelos con objetos representativos de aboriginalidad: arcos, flechas, lanzas, plumas. Por lo general, la relación con la naturaleza era pasiva, observa Masotta; la disposición de manos, brazos e instrumentos connotaba ausencia de actividad, mostrando un cuerpo inmovilizado, al aire libre, fuera de las habitaciones de la peonada. El indio estaba allí, simplemente, mirando a quienes lo miraban.
Y cuando podía, el hombre blanco lo desnudaba, en particular a la mujer. Más allá de las historias de machos que él contaría a sus amigos, parece que no era tan fácil “bajar ese taparrabo”. Narra el fotógrafo italiano Gino de Passera en 1935: “Los fotógrafos declaran unánimemente que para obtener fotos nudistas tienen que regalar dinero a las indias. Alguna muchacha se obstinó en no dejarse fotografiar, insensible a toda seducción de dinero, mientras alguna otra accedió prontamente a desnudarse, pero siempre bajo pago. En los hombres encontramos mayor reserva... ¡Pero de indias de torso desnudo están llenas las vidrieras de la calle Corrientes o 25 de Mayo, en Buenos Aires!”.
Se había fabricado un estereotipo sólido y duro de erosionar. Se suponía que ellas no sentirían el pudor europeo de mostrar los senos, que tendrían una relación más natural, directa, sin vergüenza ante el propio cuerpo. Pero la postal era el producto de una relación de poder. Sobre ellas se ejercía una triple violencia: de etnia, clase y género. Por un lado, eran mano de obra rural explotada en condiciones semiesclavas; por el otro, modelaban para la construcción de un retrato con fines comerciales a cambio de un pago que equivalía con frecuencia a una limosna.
El topless o la desnudez total fue un elemento clave para la representación de la feminidad originaria. Las miradas de los compradores se posarían sobre esos cuerpos fragmentados en pechos y piernas, en los cuales la ligereza o falta de ropa estaba legitimada por el espacio de origen: no eran mujeres blancas desnudas, eran indias. Sus fotos se exhibían en las vidrieras como las de animales exóticos. Y al mismo tiempo incitaban las fantasías eróticas de los descendientes del colono.
Pero si los cuerpos en su quietud parecían entregarse, esos centros irreductibles que son los ojos a veces resistían. Interpelaban al fotógrafo, a su presencia invasora, a su mirada de cazador. Los gestos más comunes expresarían miedo, desconfianza o estupor. Era lógico que temiesen a la cámara, acaso no tanto por “primitivismo” frente a una tecnología desconocida sino por legítima sospecha ante las intenciones del cristiano. Hubo casos extremos, como el que relata un fotógrafo que intentó tomar imágenes de tehuelches desconfiados: bastó con que el huinca se cubriera la cabeza con el manto negro junto a su cámara para que emprendieran la fuga. En el nordeste o noroeste parecía haber más disponibilidad para el retrato, acaso por el previo disciplinamiento de la relación laboral.
En todo caso, estas producciones generaban un violento cruce de miradas. Algunas mostrarían rostros duros, impasibles, indiferentes. Otras, expresiones de disgusto, como si las modelos se preguntaran: “¿Por qué tengo que poner los brazos detrás de la nuca? ¿Para mostrar mejor mis pechos?”. Y otras, desprecio o cálculo ante una posible inversión de las relaciones de poder: “Sé que me deseas”. Allí, la mirada desplegaría su seducción sobre el que miraba: el conquistador-conquistado. La promesa de un giro de 180 grados en la asimetría de base duraría un instante. La relación de dominio se restablecería luego por completo en la reproducción seriada de esa intimidad para compradores anónimos y lejanos.
Así se habrían producido las imágenes de los primeros habitantes de estas tierras a comienzos del siglo XX. En fotografías que querían decirle al mundo: éstos no somos nosotros, ésta es la alteridad más radical con que contamos. Aquí están, éstos son “los otros”. Hoy podemos agregar: aquí están los restos de los ancestros vulnerados, acorralados y despojados de suelo y singularidad. Desaparecidos en una escena de sumisión que se pretende documento. Recuerdos de la Argentina para el consumo global de autenticidad, souvenirs de un fantasma, proyecciones de hombre blanco que se siente dominador y se teme dominado. Sueños de ese hombre que a su vez también será soñado. Signos de una doble conquista en el hechizo de miradas que se cruzan. Cuerpos que en cada epígrafe se presentarían con sus nombres: toba, wichí, mocoví, chorote, chulupí, entre tantos otros ignorados por plumas con prisa. Que en cada gesto evocarían la vergüenza necesaria como primer paso para recuperar la dignidad. Y que con sus ojos nos recordarían el origen que todos compartimos: ese work in progress llamado identidad, esa obra que sueña en cada cuerpo la mirada de los otros.


Publicado en el suplemento Radar del diario Página/12, el 13 de enero de 2008

lunes, 21 de enero de 2008

Estimado amigo

Desde este maravilloso lugar de nuestra patria por medio de esta humilde tarjeta quiero expresarte mis mas afectuosos recuerdos.
Te saluda tu siempre amigo
Beto
29-1-60



Más cartas de verdad aquí

sábado, 19 de enero de 2008

La exposición de la tristeza que se hizo libro


Hojas de otoño. Las cartas más tristes del mundo
Prólogo, selección y comentarios de Teodoro Gómez Cordero
Barcelona, Océano grupo editorial, 2001


El texto de esta compilación asume más un tinte de crónica que de mera suma de cartas tristes de personas famosas. Por ejemplo, en la “introducción” se cuenta, en primera persona, el arribo casi azaroso del narrador a una exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y, a través del folleto de mano que él mismo va leyendo y salteando, un anticipo de lo que el lector leerá. Siempre -esto se refuerza en cada uno de los capítulos que siguen- a través de los ojos de este narrador-que-visita-una-exposición-de-cartas-tristes.
Los capítulos están divididos según la sala de ese referente plástico: “Lágrimas venecianas”, que incluye cartas de la escritora que adoptó nombre y ropaje de varón George Sand a su joven amante, Alfred de Musset. Inmediatamente después, cartas del epistolarísimo Rainer Rilke. El título de este capítulo –de esta sala y de casi todas- tiene que ver con el contexto geográfico en el que se dan sendos intercambios de misivas. Luego le siguen “La dulce Inglaterra”, con cartas de Virginia Wolf y Oscar Wilde; “La Francia clásica”, con las famosas cartas de Madame de Sévigné y las no tan conocidas cartas de Etienne Pivert de Sénancour; “Corazón latino”, de Pablo Neruda, José Lezama Lima y Mercé Rodoreda; más entrado el libro, en distintas dosis, cartas de Joyce, Kafka, Chejov, Van Gogh, Henry Miller, Lawrence Durrell, Sartre y Camus. El libro se clausura con el capítulo más oscuro, más triste y más raro, intitulado: “Condenados a muerte”. Allí, unas pequeñas y desgarradoras misivas de cautivos en campos de concentración de distintos países europeos durante la segunda guerra mundial.
Este último capítulo rompe cierta homogeneidad en un tipo de libro que sólo reproduce cartas más o menos conocidas –más más que menos-, aun atendiendo además al tono de “tristeza” que unifica la muestra y el libro. Esa apertura final revela: o el exceso al colocar cartas de enunciadores anónimos entre los célebres; o la carencia al dejar de lado muchísimos otros contextos de cartas tristes ligadas, por ejemplo, a la emigración, la guerra, la enfermedad.
El perfil de crónica le otorga al libro cierta novedad en lo que a compilación epistolar se refiere, esquivando, de alguna manera, la redundancia en lo que a cartas de escritores se refiere –De profundis, de Wilde, las cartas a Milena, las cartas de Rilke, Woolf o de Sevigne es un material remanido; tampoco se entiende bien por qué, en medio de casi veinte escritores, aparecen las editadísimas cartas de Van Gogh a su hermano. El relato, entonces, permite una buena lectura, atravesando un espacio de la mano del narrador. Escuchando, a su vez, su desenfado, sus críticas al curador, al guía y al cansancio de sus piernas.
Para más reseñas, aquí

martes, 15 de enero de 2008

Agenda

Nostalgias en tránsito
Historia de México en tamaño postal
Museo de la Ciudad de México
Pino Suárez, 30
México D.F.
Hasta el 23 de marzo


La exposición, inaugurada el pasado 4 de diciembre, revalora la tarjeta postal como expresión de la historia iconográfica de la Ciudad de México a través de 400 piezas procedentes de colecciones institucionales y privadas, algunas de ellas inéditas. De esta forma, la tarjeta postal funciona como vehículo de comunicación vigente y recuperación de la nostalgia.

El curador Alejandro Pérez Tamayo propuso dos formas de leer Nostalgias en tránsito. Historia de México tamaño postal. Una, como una reflexión del contexto, historia y funcionamiento de la tarjeta postal; otra como una crónica gráfica de la Ciudad de México, de sus cambios, sus procesos y relaciones internas.

lunes, 14 de enero de 2008

Un 'blog' desde la Primera Guerra Mundial

Miles de personas siguen la correspondencia de un soldado británico que participó en la Gran Guerra, difundida en forma de bitácora en tiempo real por su nieto


Las vivencias de William Henry Bonser Lamin, un soldado británico que sirvió durante la Primera Guerra Mundial, han enganchado a miles de internautas que siguen su correspondencia a través de un blog creado por su nieto (http://www.wwar1.blogspot.com/) . Al igual que la familia de Harry hace exactamente 90 años, los lectores no saben cuando llegará la próxima carta, ni siquiera si la que acaban de leer es la última, ya que las misivas se reproducen en tiempo real, por lo que no se conoce el destino final del protagonista. Hasta el punto que algunos de ellos, de hecho, temen que una de las próximas entradas sea el telegrama oficial de las autoridades notificando a los parientes la muerte del soldado.
"Hay mucha gente que comenta lo entusiasmados que están de poder seguirle y le están tomando afecto", explica el nieto de Harry, Bill Lamin, de 59 años, que encontró las cartas de su abuelo cuando era niño y ha decidido volcarlas en un blog. "Están enganchados como si estuviera ocurriendo ahora", asegura.
La entrada más reciente recoge las cartas enviadas por Harry, que sirvió en el Regimiento de Yorkshire y Lancashire, el 30 de diciembre de 1917, justo después de haber sido trasladado desde el frente del norte de Europa a un nuevo destino, en Italia. En una de ellas agradece a su hermano mayor Jack la caja de galletas que este le envió junto a su última carta, mientras que en la otra felicita la Navidad y le desea un feliz Año Nuevo a una de sus hermanas, Kate.
Por el perfil de Harry, la única información que ofrece el blog más allá de sus propias cartas, sabemos que nació en 1887 en Awsworth Notts, de Henry y Sarah Lamin; tiene dos hermanas, Catherine (Kate) y Agnes (Annie) y un hermano, Jack, todos ellos mayores, y estudió en la Awsworth Board School, junto a Ilkeston, Derbyshire. Muchas de las misivas son banales y se centran en su esposa Ethel y en su hijo Willie, pero en otras se vislumbran los horrores que afrontaban los soldados en las trincheras. "Lo pasamos fatal esta semana", cuenta Harry el 11 de junio de 1917, cuando describe su participación en la batalla de Mesina.
"Los hombres dicen que ha sido peor que el avance del Somme el pasado julio. Perdimos a muchos hombres pero llegamos al lugar que debíamos tomar. Fue horrible, ahora mismo estoy aplastado, noqueado, aunque bastante bien y espero seguir así". Harry señala que su capitán murió en el asalto y se maravilla de haber escapado con vida.
En otra entrada de octubre de 1917, los detalles sobre las bajas británicas están borradas, probablemente por los censores del Ejército, que buscaban mantener la moral del país.
Bill Lamin, que se ha negado a adelantar ningún detalle sobre lo que le aguarda a su abuelo, explica que el número de visitantes diarios del blog ha alcanzado los 20.000 en los últimos días, después de que apareciera en varios medios, aunque la cifra habitual es menor. "La Primera Guerra Mundial siempre ha fascinado a la gente, sus horrores", comenta. Decenas de personas comentan las experiencias de Harry en el blog; uno de ellos escribe: "Cuando era niño me enseñaron que la Guerra era gloriosa, ahora sé que es exactamente lo opuesto y se lo enseñaré a mis hijos".


Publicado en el periódico El País, de España, el 7 de enero de 2008

viernes, 11 de enero de 2008

No matarás. Siempre.

A propósito de los hechos acontecidos en los últimos días en la selva colombiana, se reproduce la
carta que León Tolstoi le enviara a Mahatma Gandhi.


A.M.K. Gandhi,
Johannesburg, Transvaal, Sudáfrica.


Kotschety, 7 de septiembre de 1910.


He recibido su diario “Indian Opinión” y me he alegrado de conocer lo que informa de los no resistentes absolutos. He sentido el deseo de expresarle los pensamientos que ha despertado en mí la lectura.

Cuanto más vivo -y sobre todo ahora que siento con claridad la proximidad de la muerte-, más fuerte es la necesidad de manifestarme sobre lo referente a lo que más vivamente interesa a mi corazón y sobre lo que me parece de una importancia inaudita. Es, a saber: que lo que se llama no resistencia resulta ser, a fin de cuentas, la enseñanza de la ley del amor, no deformada todavía por interpretaciones mentirosas. El amor o, en otros términos, la aspiración de las almas a la comunión humana y a la solidaridad, representa la Ley Superior y única de la vida… Y eso cada uno lo sabe y lo siente en lo profundo de su corazón (nosotros lo vemos muy claramente en el niño); lo sabe todo el tiempo en que permanece fuera del engaño, de la trama de la mentira, del pensamiento del mundo.

Esta ley ha sido promulgada por todos los sabios de la humanidad: indios, chinos, hebreos, griegos y romanos. Ella ha sido, yo creo, expresada lo más claramente por Cristo, que ha dicho en términos exactos que esta ley contiene toda la ley y todos los profetas. Pero hay más: previendo las deformaciones que amenazan dicha ley, ha denunciado expresamente el peligro de que sea desnaturalizada por las gentes cuya vida está entregada a los intereses materiales. Tal peligro radica en que se creen autorizados a defender sus intereses por la violencia, o según su expresión, a devolver golpe por golpe, a recuperar por la fuerza lo que ha sido arrebatado por la fuerza, etc. Él sabía (como lo sabe todo hombre razonable) que el empleo de la violencia es incompatible con el amor, que es la más elevada ley de la vida. Sabía que en cuanto se admitiese la violencia en un solo caso, la ley estaba, de hecho, abolida. Toda la civilización cristiana, tan brillante en apariencia, ha creado este equívoco y esta extraña contradicción flagrante, en algunos casos deliberada, pero más a menudo inconsciente.

En realidad, en cuanto la resistencia por la violencia ha sido admitida, la ley del amor queda sin valor y ya no puede tenerlo más. Y si la ley del amor queda sin valor, no hay ninguna ley, excepto el derecho del más fuerte. Así vivió la cristiandad durante diecinueve siglos. Por lo demás en todos los tiempos, los hombres han tomado la fuerza como principio guía de la organización social. La diferencia entre las naciones cristianas y las otras no es más que esto: en la cristiandad, la ley del amor había sido planteada clara y exactamente como en ninguna otra religión, y los cristianos la han aceptado solemnemente, aunque hayan considerado como lícito el empleo de la violencia y hayan fundamentado su vida sobre la violencia. De modo que la vida de los pueblos cristianos es una contradicción completa entre su confesión y la base que la sustenta. Entre el amor, que debe ser la ley de la acción, y la violencia, que está reconocida bajo formas diversas, tales como: gobierno, tribunales y ejércitos declarados y aprobados. Esta contradicción se ha acentuado con el desarrollo de la vida interior y ha llegado al paroxismo en estos últimos tiempos.

Hoy la cuestión se plantea así: sí o no. ¡Hay que escoger! O bien admitir que no reconocemos ninguna enseñanza moral y religiosa, o dejarnos guiar en la conducta de nuestra vida por el derecho del más fuerte. O bien obrar de manera que todos los impuestos cobrados por obligación, todas nuestras instituciones de justicia y de policía, y ante todo el ejército, sean abolidos.

Durante la primavera última, en el examen religioso de un instituto de jóvenes, en Moscú, el instructor religioso primero y después el arzobispo que asistía a él, han interrogado a las niñas sobre los diez mandamientos y, principalmente, sobre el quinto: “¡No matarás!”. Cuando la respuesta era exacta, el arzobispo añadía con frecuencia esta pregunta: ¿Está siempre y en todos los casos prohibido matar por la ley de Dios?”. Y las pobres niñas, pervertidas por los confesores, debían responder y respondían: “No, no siempre, pues en la guerra y en las ejecuciones está permitido matar”. Sin embargo, una de estas desgraciadas criaturas (esto me ha sido contado por un testigo visual), habiendo recibido la pregunta de costumbre: “¿Matar es siempre un pecado?”, enrojeció y dijo decidida: “¡Siempre!” Y a todos los sofismas del arzobispo, replicó inquebrantable que estaba prohibido siempre y en todos los casos matar. Eso, ya por el Viejo Testamento, en cuanto a Cristo, no solamente prohibido matar, sino hacer daño al prójimo. A pesar de toda su majestad y su habilidad oratoria, el arzobispo tuvo que cerrar la boca y la joven triunfó.

¡Sí, nosotros podemos divagar en nuestros periódicos acerca del progreso de la aviación, las complicaciones de la diplomacia, los clubs, los descubrimientos, las llamadas obras de arte, y silenciar lo que ha dicho esta joven! Pero no podemos ahogar el pensamiento, puesto que todo hombre cristiano siente como ella, más o menos oscuramente. El socialismo, la anarquía, el ejército de salvación, la criminalidad reciente, el paro, el lujo monstruoso de los ricos que no cesa de aumentar, y la negra miseria de los pobres, la terrible progresión de los suicidios; todo este estado de cosas testimonia la contradicción interior que debe ser y que será resuelta. Resuelta verdaderamente en el sentido del reconocimiento de la ley del amor y de la condena de todo empleo de la violencia. A esto responde su actitud en el Transvaal, que nos parece a nosotros en el fin del mundo y que se encuentra, sin embargo, en el centro de nuestros intereses; y es la más importante de todas las de la tierra de hoy; no solamente los pueblos cristianos, sino todos los pueblos del mundo tomarán parte en ella.

Le será tal vez agradable saber que en nuestro país, en Rusia, una agitación parecida se desarrolla rápidamente con las negaciones al servicio militar, que aumentan de año en año. Aunque débil todavía entre ustedes el número de los no resistentes y entre nosotros el de los refractarios, los unos y los otros pueden decirse: “Dios está con nosotros. Y Dios es más poderoso que los hombres”.

En la profesión de fe cristiana, aun bajo la forma del cristianismo y en la creencia simultánea de la necesidad de ejército y armamentos para las enormes carnicerías de la guerra, existe una contradicción tan manifiesta que debe, tarde o temprano –probablemente demasiado temprano- manifestarse en toda su desnudez. Entonces será preciso, o bien aniquilar la religión cristiana, sin la cual, sin embargo, el poder de los Estados no se podría mantener, o suprimir el ejército y renunciar a todo empleo de la fuerza, que no es menos necesario a los Estados. Esta contradicción es observada por todos los gobiernos, tanto por el de ustedes, británico, como por el nuestro, ruso; y por instinto de conservación, ellos persiguen a los que la descubren, con más energía que a toda actividad enemiga del Estado. Nosotros lo hemos visto en Rusia y lo vemos por lo que publica su periódico. Los gobiernos saben muy bien dónde está el más grave de los peligros que amenaza, y no son solamente sus intereses los que ellos protegen tan vigilantes. Ellos saben que combaten por el ser o no ser.


León Tolstoi


Publicado en Cuentos populares (II), Buenos Aires, Longseller, 2004

jueves, 10 de enero de 2008

Amores del trópico

El proyecto Escribanía Dollz convoca a todos los interesados a participar en la cuarta edición del “Concurso de Cartas de amor 2007.” Esta vez con un carácter internacional:
1- Podrá participar todo el que así lo desee, sea residente o no en el país. Los trabajos tendrán una extensión de una cuartilla.
2-Las cartas podrán ser enviadas por correo electrónico, regular o entregadas personalmente en : Escribanía Dollz, Calle Maceo no 1, sur entre Avenida de los Mártires y Dollz, Sancti Spíritus, Cuba. Código postal 60100. Fax 0053-4126388.Y por correo electrónico a liudmila@ hero.cult.cu
3-Se recibirán desde el momento en que se emite la convocatoria hasta el 10 de Febrero. Las obras que se reciban posterior al cierre del concurso quedarán automáticamente archivadas para la edición del año 2008.
4-Las obras serán evaluadas por un jurado integrado por personalidades de la cultura cubana.
5- Los premios serán patrocinados por : La Asociación Hermanos Saíz, la UNEAC, El Centro Provincial del libro y la literatura, Centro Provincial de Superación para la cultura, Sectorial de Cultura, El Centro Provincial de Cultura Comunitaria, La emisora Provincial de Radio, Centrovisión Yayabo , Centro Provincial de Artes Plásticas y diseño, Sociedad Cultural José Martí y el Frente de Afirmación Hispanista México D.F.
6- Se otorgarán tres premios consistentes en 500, 300 y 200 pesos M/N. Además de obras originales de artes plásticas , libros, cassettes y la publicación de las cartas. En el caso de los ganadores extranjeros recibirán diploma, obras de arte originales, así como discos compactos, libros y otros obsequios. El jurado podrá entregar el número de menciones que estime conveniente.
7- Los premios se darán a conocer en acto de premiación que se efectuará en la sede de la Escribanía Dollz, en el marco de la Feria Internacional del Libro en Sancti Spíritus. Escribanía Dollz