viernes, 30 de mayo de 2008

Agenda

"Recuérdame por siempre: Postales de fines del siglo XIX y principios del siglo XX"
Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco

Hasta el 8 de junio


En esta muestra se exhiben testimonios del arte gráfico postal, así como la práctica cultural del intercambio epistolar. Se exponen más de 900 tarjetas de la colección de Mabel y María Castellano Fotheringham.

La muestra puede visitarse de martes a domingo, en horario de 14 a 19 hs
Dirección: Suipacha, 1422.

jueves, 29 de mayo de 2008

Kevin, creciendo con amor

Por Mariano Dorr

Tenemos que hablar de Kevin
Lionel Shriver
Anagrama
608 páginas


Una cosa es tener un hijo con problemas de disciplina, y otra muy distinta, que planee y lleve a cabo una verdadera matanza en el gimnasio del colegio. Esto es lo que le ocurre a Eva, madre de Kevin Katchadourian, un precursor de la masacre de Columbine (la suya ocurre doce días antes, el 8 de abril de 1999). A partir de las cartas que Eva escribe compulsivamente a Franklin, su marido (“puesto que estamos separados”), se reconstruye la experiencia de una maternidad indeseable.
Lionel Shriver (que nació en 1957, en Carolina del Norte, y con más de siete títulos publicados) ganó en 2005 el Premio Orange con Tenemos que hablar de Kevin. En la dedicatoria, Shriver escribe: Para Terri. Una de las peores situaciones posibles, de la que nos libramos las dos. El relato epistolar recorre desde antes del embarazo –cuando Eva y Franklin eran jóvenes y exitosos– hasta el segundo aniversario de Kevin (que, conociendo las leyes de su país, se apura a concretar el episodio tres días antes de cumplir los dieciséis años). La Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, aprobada en 1791 permite a todo ciudadano norteamericano poseer armas de guerra; fue famoso, el último año, el caso de Bubba, un bebé de 10 meses, de Illinois, con permiso para portar armas. Padres e hijos –y hasta niñas– hacen cola en los polígonos de tiro para disparar armas automáticas y ametralladoras M-16. Kevin, apoyado por sus padres (que le regalan una ballesta para Navidad), pasa seis años practicando tiro al blanco.
Con su hijo en el Reformatorio Juvenil de Claverack, Eva se lamenta: “¿Qué locura se apoderó de nosotros? ¡Eramos tan felices...! ¿Por qué arriesgamos cuanto teníamos en ese juego atroz de tener un hijo?”. Recuerda la noche fatídica en que –sin diafragma– tuvo relaciones con su marido: “Podía dar lugar a que se presentara un extraño nueve meses más tarde. Porque era lo mismo que si nos hubiéramos dejado abierta la puerta de casa”. Una vez que la pareja entró en un ciclo de rutinas adormecedoras, el interés de Eva por tener un hijo se reduce al penoso deseo de “tener alguien más de quien hablar”. En este sentido, Kevin no defrauda a sus padres: el niño se convierte en el único tema de conversación: “Kevin me deprimía, y mucho. Observa que digo Kevin, y no el bebé”. Desde el primer día, Eva siente que el niño la rechaza, y son páginas y páginas describiendo los estados de ánimo de Kevin, cercanos a los de Demian (no el de Hermann Hesse sino el de La profecía) o a los de Carrie (pioneros, los dos, en el arte de asesinar compañeros de clase). “Creo que Kevin odiaba estar vivo”, resume la madre.
Lo más rico del libro se encuentra en la exposición de la –típica e insoportable– relación que une a Eva con su marido, Franklin, un patriota: “Eras americano por decisión personal (...). Si no era posible llevar en este país una vida hermosa, rica, espléndida, con una bella esposa y criar un hijo saludable, no sería posible en ninguna parte. Incluso ahora sigo pensando que tal vez tuvieras razón, pero en lo de que tal vez no sea posible en ninguna parte”. Los reproches se detienen en cada recuerdo: una tarde –durante los meses de embarazo–, Franklin la encuentra bailando “Burning Down the House”, de Talking Heads; hace saltar la púa del tocadiscos y grita: “¿Quieres tener un aborto?”. Y le sugiere que escuche música para el bebé: “Quédate sentada ahí y lleva el ritmo con el pie”. Eva –irónica y furiosa– insiste con los Talking: “¿Qué tal si le hacemos escuchar ‘Psycho Killer’?”.


Publicado en el suplemento Radar Libros, del diario Página/12, el 9 de marzo de 2008

lunes, 26 de mayo de 2008

Arqueología de la firma

¿De dónde proviene la costumbre de validar palabra y acción con la propia firma, el consabido "ponele la firma"? A propósito de una investigación realizada en Francia, el escritor Luis Gusmán recorre el camino del sello arcaico a la signatura, último refugio de la siempre amenazada singularidad.

Por Luis Gusmán
La firma tiene una historia jurídica, ornamental, eclesiástica, diplomática, comercial y de identidad. A la vez, estos tópicos van construyendo una especie de recorrido paralelo al cual nos conduce la historia de las falsificaciones y en ese trayecto pueden entrecruzarse cualquiera de los registros mencionados. La firma es lo más propio y singular de un hombre. La lengua lo recoge en la expresión: "póngale la firma", como un rasgo de autentificación de la palabra dada que tiene el valor de un juramento.

Ya en 1917 Ludwig Klages escribió un libro: Escritura y carácter donde hablaba de la presión gráfica de la escritura. Firme o temblorosa, la firma tiene su ciencia llamada grafología que, apelando al estudio material de la letra, se vuelve más específica en la psicografía que pretende descifrar o aventurar no sólo el rasgo de carácter sino el destino de una persona bajo ese género "científico" y predictivo llamado test. La firma con su soporte en la letra funciona como espejo del alma o rasgo de personalidad. A partir de lo cual toda una psicología pretende descubrir en los ritmos y en las sacudidas de la psicomotricidad lo que se va a calificar y clasificar como del orden de una anomalía patológica.
Aunque la materialidad de la letra acompaña a la de la firma hay un tercer elemento indisoluble de ellas: el nombre propio, según el excelente recorrido del libro de la investigadora francesa Béatrice Fraenkel: La firma. Génesis de un signo. Este libro sigue los tropismos institucionales que van acompañando los diversos momentos históricos en los cuales estos tres elementos de la firma se anudan o se separan. La autora parte de una lectura que establece una gran división de aguas sobre dos tipos de signos: las escrituras pre-alfabéticas y las escrituras posalfabéticas. La firma manuscrita y la firma impresa. Los avances tecnológicos desde la invención del sello a la fotocopia.
En el carácter ornamental de la firma existe este anudamiento entre letra y nombre propio. La firma, además de ser un signo de autentificación, adquiere un valor suplementario de exhibición; realiza un pasaje desde su propia materialidad al objeto que funciona como soporte de su sustitución. En la historia de la diplomacia se pueden verificar los tres registros mencionados, y junto al sello, podemos situar al monograma que es una puesta en escena de algo del orden del emblema Soberano, lo que Fraenkel llama "un arte de la caligrafía y la criptografía". La firma comienza a estamparse en un circuito entre la reliquia y el fetiche. Costumbre que permanece hasta nuestros días en los monogramas grabados en las pulseras de identificación, los gemelos para camisas o los anillos de boda.
Sin embargo, lo ornamental de la firma no depende solamente de lo icónico ya que lo criptográfico hace entrar en escena al jeroglífico, manifestación escrita donde el criptograma tiene la doble función de enigma y de exhibición; ya sea para mostrar u ocultar, ambos se entremezclan en la materialidad de la firma. Se trata de descifrar la letra para otorgar una identidad del nombre propio, a veces enmascarada en la imagen del dibujo.
Beatrice Fraenkel agrega que la historia de la firma es también una historia del ojo. La firma como valor icónico se apoya en la tradición medieval que toma como fuente autorizada a Isidoro de Sevilla y a sus etimologías: "la letra es algo para los ojos, no para las orejas".


El nombre propio

Respecto al nombre propio del firmante hay una "arqueología de la firma" que remite a tres instituciones: los escribas, Dios, y el rey. En las tres instancias hay una relación directa entre firmante, escritura, y objeto.
Los oficiales de la pluma, los escribas, provienen de una doble tradición: la romana y la eclesiástica. Es el caso de la relación material entre los cancilleres y los escribas, los primeros con el objetivo de validar sus actos tenían que utilizar el mismo material e instrumento que los que utilizaban los escribas: una pluma, la tinta, la superficie sobre la que escribirían. En la historia de la civilización, Fraenkel divide los dos momentos del escriba: por un lado era un oficio prestigioso, en el caso de los escribas ilustrados casi faraónico, ya que lindaba a menudo con la obra de arte; por otro lado, estaba la escritura manual en la cual el copista provenía de las clases inferiores.
La relación entre la firma y un objeto como portador de ésta- el sello- deja de lado su valor escrito y le confiere un valor como imagen. De esta manera surgen los anillos de sellos, públicos y privados, o el Gran Sello Real, que se va a relacionar posteriormente con toda una heráldica que incluye desde los escudos de armas hasta los emblemas.
Tanto el sello como la firma tienen una función de validación y de sustitución en el campo diplomático en el que ambos reemplazan –previa notación, "por mano del rey" o "de su mano"– a la firma Real. El cuerpo del rey es inseparable de su firma hasta tal punto que los sellos matrices que se imprimían validando su firma eran destruidos al momento de su muerte.
Cuando se trata de los documentos eclesiásticos o de los títulos nobiliarios, el nombre de Dios aparece otorgando una validación absoluta de la autoridad divina. Con el cristianismo, hay un desplazamiento del nombre propio a la inicial o el monograma. Es el Khrismon o Labarum –el monograma de Jesucristo formado por dos letras griegas X y P, iniciales del nombre de Jesús–, "el signo más corriente empleado en las cartas como marca del orden simbólico".
La firma como inicial tiene cierto lugar reservado para el enigma. En la inicial se pretende esconder una identidad. La letra es casi inseparable de la firma y del nombre propio. Esta máxima se confirma en la cita de Isidoro de Sevilla, quien siguiendo el Khrismon y la tradición que se apoya en la vertiente visual de la letra asimila la imagen de la X de las letras de Cristo a la forma inclinada de la cruz.


Señas de identidad

El reconocimiento de la identidad forma parte de nuestra cotidianidad. J. Derrida afirma que para funcionar la firma tiene que tener una "forma repetible, iterativa, imitable". Podría reconocerse en nuestros documentos, pasaportes, cédulas de identidad, tarjetas de crédito o en signos como la foto, la firma, el nombre propio, la edad, el domicilio.
Algunas personas firman toda la vida igual y otros cambian de firma según distintas circunstancias, a veces intencionalmente o no. Una firma adulta puede volver al garabato, conservando así un rasgo de nuestra infancia. Hay un impulso en el niño que le lleva a preguntarse ¿Cómo se firma? ¿Ésta es mi firma? Me refiero a la firma manuscrita. Incluso en los casos de analfabetismo en los que la huella digital va a suplir esa vacío, se revela la circunstancia de la firma como una impresión indeleble. Un acto cotidiano, a veces automático, pero donde el sujeto conserva o defiende un territorio absolutamente propio y singular.
El hombre se toma su tiempo para poder firmar y no sólo por desconfianza sino que le gusta dibujar su nombre y apellido. Hay algo ornamental que excede la singularidad y que da un placer íntimo y al mismo tiempo público. Hasta al condenado a muerte se le exige una última firma. Jurídicamente una firma sin el acto de validación, o sea de autentificación, se puede convertir en letra muerta.
Existen registros más espurios donde, sin embargo, la firma no carece de valor. La firma tiene su impronta en esta tierra y en el más allá; ya que los médium psicógrafos pueden detectar si la letra corresponde al espíritu que los ha convocado o en su defecto, a uno falso. Es posible que hoy ya no sea usual escribir cartas de amor manuscritas, en ese caso la firma conserva algo del pulso, del fluir, del latido del corazón, de las sensaciones del espíritu que parece difícil de sustituir en esa conjunción bárbara entre la firma, el cuerpo y el afecto.
Hay una circulación donde la firma adquiere un valor y el nombre propio del firmante subvierte el valor monetario. Es famosa la anécdota de Dalí, que solía cenar en el restaurante Maxim's de París, que pagaba con cheques que nunca eran depositados; así los dueños del local conservaban en especie la firma del artista, que tenía seguramente mayor valor que el importe del cheque.
Quisiera mencionar una historia paralela, tal como lo muestra la película de Orson Welles, Face, en la cual una pintura firmada por un falsificador de cuadros puede valer tanto como un original.
En la literatura moderna hay ejemplos de autores que han omitido la firma en sus artículos. Es el caso explícito de la revista Scilicet, donde se practicó una política de descentralización de la lectura al romper el pacto habitual entre autor y texto, al omitir el vínculo que implicaba la firma. Entre nosotros, en los años setenta, la revista Literal dispuso de una política semejante, ya que en dicha publicación los textos teóricos iban sin firma.
Con el surgimiento del mercado del autógrafo, la firma como fetiche ha reemplazado a la reliquia, ya que el sentimiento sagrado hacia el objeto puede ser similar. Los miles de ejemplares firmados por Borges, con letra minúscula –como hormiguitas azules y desvaídas– casi infantil, hicieron que el propio escritor ironizara sobre el hecho de que había firmado tal cantidad de ejemplares que –invirtiendo el signo– con el tiempo iban a valer más aquellos libros que no estuvieran autografiados.
Cuando el autógrafo surge en la cultura se impone como reliquia y tiene un valor de legitimidad tanto para quien lo otorga como para quien lo recibe; a partir de lo cual se crea un mercado de autógrafos. Este nuevo género recibe una fuerte crítica moral. El libro de Adolphe Mathurin De Lescure, Los autógrafos y el gusto de los autógrafos en Francia y en el extranjero, publicado en 1865, testimonia esa posición en estos términos: "La voluptuosidad del autógrafo, como la del opio o la del haschich, es del género narcótico".
Resumiendo su planteo, Beatrice Fraenkel concluye diciendo que la firma se inscribe en dos vertientes que provienen de la Edad Media: como signo de validación y como desciframiento en tanto privilegia el enigma de la identidad. Es posible que aquel lugar del desciframiento haya sido desplazado a la firma como categoría exclusiva de seña de identidad.
Mediante la utilización de los procedimientos disponibles, dactiloscopia o peritos calígrafos, el enigma ha sido resuelto en función de averiguar una identidad pero con el simbolismo de la escritura y con los análisis de los rasgos pertinentes que se revelan en una letra, la firma ha perdido su valor suplementario ornamental y de desciframiento enigmático para transformarse en un signo que oculta una personalidad. Es decir, la firma se ha reducido a un testimonio psicológico.
Ante el vértigo tecnológico de la firma impresa, la morosidad de la firma manuscrita surge como uno de los últimos refugios de los derechos del hombre ante su singularidad amenazada.

Publicado en Revista Ñ, del diario Clarín, el 24 de mayo de 2008

lunes, 19 de mayo de 2008

Calígrafos y grafólogos debaten si la PC acabará con el hábito de escribir a mano

El impacto de la tecnología


Con las nuevas tecnologías de la comunicación, cada día se escribe menos utilizando el lápiz y el papel. Los especialistas coinciden en señalar que no se ejercita la letra manuscrita y así la escritura se vuelve menos legible. Los adolescentes utilizan más la letra imprenta que la cursiva. Pero aunque las ventajas de la escritura electrónica sobre la tradicional son evidentes, todavía muchas personas prefieren escribir “de puño y letra”. Qué dice el análisis grafológico sobre la personalidad y por qué la PC podría significar el principio del fin de la caligrafía manuscrita.
Por Florencia Ballarino

Seguramente, usted se pasa el día frente a una computadora y ya no recuerda cuándo fue la última vez que mandó una carta a un familiar o amigo escrita de puño y letra. Mucho menos hace cuánto que no le entrega un informe manuscrito a su jefe. Es probable que la última vez que tomó un lápiz y un papel haya sido para hacer la lista del supermercado y que ahí cayera en la cuenta de que había perdido aquella “linda letra” de cuando era estudiante. Si sirviera de consuelo, puede alegrarse de que no es el único: especialistas en grafología y caligrafía consultados por PERFIL coincidieron en señalar que el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación –desde el correo electrónico a los sms– están generando cambios en la escritura a mano.
“Cada día se ejercita menos la letra manuscrita y, sobre todo, no se tiene muy en cuenta la enseñanza de la caligrafía. Así, la escritura no sólo se vuelve menos legible sino que además puede ser lenta y, por lo tanto, poco eficaz”, opinó Adriana Ziliotti, presidenta de la Asociación de Grafólogos Oficiales de la Argentina. Y es que desde que se cambió la lapicera por el teclado, desde que las comunicaciones pasan más por las abreviaturas del chat y el sms que por una carta manuscrita, la caligrafía se parece cada vez más a la ilegible receta escrita por un médico. Ante estas evidencias, cabe preguntarse: ¿será éste el principio del ocaso de la escritura a mano?
El 11% de los hogares argentinos ya tiene dos computadoras en uso y la previsión es que a fines de este año el porcentaje se elevará al 20%, según datos de la división Windows de Microsoft para el Cono Sur. La estimación se basa en el crecimiento de la venta de computadoras, que el año pasado cerró en 1,8 millones de unidades. Este acceso cada vez más generalizado a la PC hace que sea común utilizar programas como Word o Excel para tareas que antes sólo estaban destinadas al lápiz y el papel, en menoscabo de la escritura manuscrita.




Cambios. “Con las nuevas tecnologías, la caligrafía ha sufrido cierto deterioro pero no necesariamente menos legibilidad, sino que se encuentra bajo los efectos de una ‘sintetización’ personalizada y muchas veces fuera de los patrones o modelos estipulados”, sostuvo María Delia Bielmeier, calígrafa pública nacional. Los cambios más notables están relacionados con la utilización de la letra imprenta o script en lugar de la cursiva, sobre todo en niños y adolescentes (ver recuadro). “También en aquellas personas dedicadas a oficios que no implican escribir o dibujar a diario se advierte cierta rusticidad y lentitud en los movimientos gráficos”, manifestó Bielmeier.
En cambio, para José Luis Buitrago, presidente del Colegio de Calígrafos Públicos de la Ciudad de Buenos Aires, “el deterioro que puede producirse en la escritura de un individuo, no necesariamente significa que responda al desmesurado uso de las computadoras, sino que entran en juego innumerables factores”.
Más allá de las nuevas tecnologías, ejercitar frecuentemente el acto de escribir parece ser, según los especialistas, la única clave para volver más legible la letra.

Ventajas. Las ventajas de la escritura electrónica sobre la tradicional parecen evidentes: se puede cortar y volver a pegar al instante un texto sobre otro, encontrar rápidamente una frase o palabra clave y hasta modificar y guardar los cambios que hace al texto cuantas veces se necesite. Pero mientras que escribir sobre un teclado no revela nada de su autor, la letra continúa siendo “la pintura de la voz”. “El vertiginoso avance de la tecnología ha ganado en velocidad comunicativa pero ha perdido terreno en la máxima expresión del individuo, que es la ejercitación de la escritura de puño y letra”, afirmó Bielmeier.
A través del análisis de la caligrafía personal se pueden conocer aspectos de su personalidad y hasta detectar patologías que comprometen la motricidad o están relacionadas con la ingesta de drogas. ¿Podrán las nuevas tecnologías destronar el uso del lápiz y el papel? Los especialistas dudan. “El hombre necesitará siempre de sus manos, sus pies o su boca como herramientas fundamentales para proyectar su letra”, concluyó Bielmeier.


Estudian los efectos neurológicos


En el acto motor de escribir a mano entran en juego numerosas áreas del cerebro, las principales son el lóbulo parietal y frontal, responsables de las funciones sensoriales y motoras. Pero, ¿qué sucede en el cerebro cuándo se escribe sólo sobre un teclado? ¿Se pierde una habilidad manual propia del ser humano? Los científicos recién comienzan a abordar la problemática y aún no tienen conclusiones definitivas. “Nuestra era tecnológica no requiere de la mano humana para muchas funciones pero las implicancias cerebrales son desconocidas. Es muy difícil llegar a conclusiones serias porque idealmente se compararían dos modelos: el de una persona que se desarrolla sólo tecleando y otra que se desarrolla sólo escribiendo”, explicó Facundo Manes, director de Instituto de Neurología Cognitiva (INECO).


La compu, desde la cuna


La mayoría de los chicos de entre 2 y 3 años aprenden a escribir su nombre en la pantalla de un computadora antes que en el papel. Y aunque todavía se desconoce qué efectos tiene en los niños la adopción precoz de las nuevas tecnologías, existe preocupación entre maestros y psicopedagogos acerca de cómo repercutirá la PC en el desarrollo de las habilidades necesarias para leer o escribir. “El uso del lápiz es un hábito, como cortar con tijeras, lavarse los dientes o abrir la cerradura de una puerta, si no hay suficiente ejercitación no se desarrolla la capacidad motora”, opinó Sarah Solzi de Rofman, presidente de la Fundación para la Asistencia, Docencia e Investigación Pedagógica (FADIP). Uno de los problemas más comunes que se da en la escuela, como consecuencia de que los chicos practiquen primero escribir con el teclado y luego con el lápiz, es que les cuesta esfuerzo aprender el abecedario en letra cursiva. “Así llegan al secundario escribiendo en imprenta y no respetan las uniones y separaciones entre palabras y eso hace ilegible el texto”, manifestó Solzi de Rofman.
Hay escuelas que comenzaron a brindar talleres de dibujo y caligrafía para que los chicos que pasan muchas horas frente a la computadora “ablanden la mano”.


Publicado en el diario Perfil el 2 de marzo de 2008.

viernes, 9 de mayo de 2008

La correspondencia de El Destripador

120 años después de su primer crimen se publica en España una recopilación de cartas de célebre asesino


120 años después de que Jack el Destripador cometiera su primer crimen en Londres, se publica en España una amplia selección de las cartas supuestamente escritas por quien fue uno de los asesinos más famosos de la historia, y cuyo caso ha sido investigado en profundidad por Javier Terrisse. Publicada por Elipsis, Obra selecta, de Jack el Destripador, constituye una interesante novedad editorial porque, además de incluir una veintena de cartas relacionadas con el caso, es el primer libro en español que reconstruye con todo lujo de detalles los diferentes crímenes atribuidos al misterioso asesino, según le dice a Efe el editor Luis Sábat. Terrisse, egiptólogo y experto en Jack el Destripador, ha vivido seis meses en el barrio londinense de Whitechapel, donde aparecieron asesinadas varias prostitutas en 1888, y ha consultado todo tipo de archivos hasta conseguir una completísima documentación sobre aquellos crímenes que aterrorizaron a la población.
El fruto de su estancia es el amplio prólogo novelado que precede a las cartas, en el que Terrisse y el escritor Gonzalo Torné (que se ha encargado de los aspectos literarios) han tratado de reproducir "la atmósfera que envolvió los crímenes, las luchas internas de la policía y sus métodos, los informes forenses, las vidas de las prostitutas asesinadas" y el ambiente de Londres, afirman los responsables de la edición.
El 31 de agosto de 1888 apareció muerta Mary Ann Polly Nichols, la primera víctima, al parecer, de Jack el Destripador (Jack the Ripper en inglés), dado que "los ripperólogos" no se ponen de acuerdo siquiera sobre el número de asesinadas. Algunos estudiosos las cifran en cinco, pero "hay indicios suficientes para creer que podrían ser más", señala Terrisse .
Lo cierto es que, 120 años después, la mayoría de los interrogantes continúan sin respuesta, desde la verdadera identidad de quien se hacía llamar Jack the Ripper (la ripperología clásica considera que hay tres destacados sospechosos de un total de 30) hasta el motivo de los crímenes. También se ignora si mataba o no a sus víctimas en el lugar donde aparecieron los cadáveres. La ausencia de sangre invita a pensar que lo hacía en otra parte, pero, de ser así, ¿cómo y por dónde trasladaba los cuerpos sin que nadie se diera cuenta?
Jack el Destripador, recuerda Terrisse, no se limitaba a rajar el cuello de las prostitutas. "Realizaba intervenciones quirúrgicas de precisa extracción de órganos", y lo hacía, comenta Torné, "a una velocidad que asombraba a los forenses encargados de la investigación". Las cartas asociadas con el caso exceden la centena, y "la gran mayoría se escribieron durante el otoño de 1888", se afirma en el libro. Iban destinadas a la Agencia Central de Noticias, la Policía Metropolitana, la sede central de Scotland Yard, varios periódicos y al Hospital de Londres de Whitechapel.
Están escritas con diversos fluidos (tinta, sangre, algo parecido a la clara de un huevo) y diferentes caligrafías, y van firmadas, la mayoría, por Jack The Ripper. En realidad, la única que ofrece pocas dudas sobre su autenticidad es la famosa From hell (Desde el infierno), porque llegó en un paquete junto con la mitad de un riñón que luego se identificó "casi con total seguridad" como el de Catharine Eddowes", asesinada el 30 de septiembre.
Los ripperólogos tradicionales no le dan demasiada importancia a estas cartas, pero Terrisse y Torné creen que tienen "un valor incalculable" para profundizar en el caso y son "nuestros únicos caminos hacia la realidad del pasado". La publicación de este libro coincide con la exposición que se inaugurará el próximo 15 de mayo en Londres, en el Museo de los Docklands, donde se mostrarán muchos de los documentos policiales utilizados ya por los autores de Obra selecta. Jack el Destripador fue "un maestro de la ocultación" y por eso "hay cientos de hipótesis flotando por ahí", asegura Torné, quien, al igual que Terrisse, confía en que "el caso puede resolverse". De momento, facilitan al lector suficientes datos y pistas como para que "extraiga sus propias conclusiones".




Publicado en periódico El País el 9 de mayo de 2008

miércoles, 7 de mayo de 2008

Las cuatro estaciones

Rita Hayworth y la redención de Shawshank (Esperanza, primavera eterna)
Stephen King Barcelona, Mondadori, 2000

Esta breve novela forma parte de una tetralogía llamada Las cuatro estaciones y podría ser leída como una carta larga. En realidad, del texto se desprende un relato en segunda persona como anotaciones de un viejo presidiario, Red, que no cuenta la vida de él sino de Andy Dufresne, un mito de Shawshank.
Andy fue confinado a cadena perpetua por asesinar a su esposa y a su amante, un profesor de golf. No había sido en verdad él el culpable, pero ahí quedó, encerrado; a lo largo del larguísimo tiempo se fue ganando ciertos privilegios por conocer los secretos de la administración dineraria, cosa que realizó con suma eficacia en beneficio de los negocios espurios de los sucesivos directores del penal. Pero todo eso tuvo un fin de redención que se plasma con una narrativa épica hacia el final de la novela.
El relato está en segunda persona y no queda del todo claro quién es el destinatario. Uno puede suponer que es un lector cualquiera, nosotros mismos . Lo que permite ese narrador testigo muy marcado es ciertas dosis de exageración, de duda, de tendenciosidad que el omnisciente clausuraría. Dentro de esa larguísima carta hay referencia a algunas más. Varias que escribe Andy a senadores del Estado solicitando libros para la biblioteca del penal; otra, una postal que Andy le envía desde el más allá; la última, una breve esquela que abre las puertas definitivas a la salvación de su otro mundo, Red, el escribiente. Esta novela fue llevada al cine por Frank Darabont y en 1994 obtuvo siete nominaciones a los premios Oscar, incluyendo la de mejor guión adaptado.

Supongo que ya te habrás dado cuenta de que mucho de lo que he contado lo sé de oídas… alguien vio algo, me lo contó y yo te lo cuento a ti. En fin, en algunos casos he simplificado lo sucedido y he repetido (y repetiré) información de cuarta o quinta mano. Así son las cosas aquí. Aquí los rumores son algo muy importante y has de tenerlo en cuenta. Y, por supuesto, has de saber elegir las partículas de verdad entre toda la broza de mentiras, rumores y posibilidades.


Más reseñas de libros en
www.cartas.org.ar

lunes, 5 de mayo de 2008

Libros

La correspondencia de Ingrid con su familia

Cartas desde el amor
Ingrid Betancourt, Mélanie y Lorenzo Delloye-Betancourt
Grijalbo
2008


Mamita:
Tu carta, tu inmensa carta, nos llegó después de tantos días de separación, de silencio, de espe­ra, de esperanza. Llegó de tan lejos, más allá del espacio, más allá del tiempo. Como si una vida hubiera pasado entre nosotros. Durante todos estos años, te busqué en todas partes, en mis recuerdos, en nuestras luchas. Durante todos estos años, busqué desesperadamente comuni­carme contigo y saberte viva. Y de pronto, ahí estabas. Tan próxima, tan cerca de nosotros. Leyendo tu carta, encontré tu voz.
En esa selva que te retiene, todo está lejos, incluso el sol. Todo duele, todo es inhumano.
Sin embargo, nada más verdadero y más jus­to que las palabras que has sabido encontrar. Mamá, tú nos has despertado. Tus sufrimientos se convirtieron en los nuestros, tu desesperación es desde ahora nuestra urgencia, tu amor y tu valor son nuestra fuerza. Hoy, comprendo lo que significa ser libre. Estamos tan orgullosos de ti, mamá. Tú que sufres y luchas todos los días en la humildad, tú que encuentras todavía la fuerza de rehusar a jugar el juego de tus secuestradores, ten la seguridad de que nos engrandeces. Nos has engrandecido a todos.
No se podría escribir una carta de amor más bella a los que uno ama. Me acurruco en la dulzu­ra de tus palabras y me repito: ¡Estás viva! ¡Estás viva!

Pero también siento despertar en mí una angustia demasiado fuerte. Ahora que te siento tan cercana, tengo miedo de perderte de nuevo. Sólo tengo ganas de abrazarte y decirte: Aquí estamos mamá; luchamos para hacerte salir de ahí. Aguanta. Hay tantos momentos bellos que te esperan. Nos verás todavía crecer, a Loli y a mí. Pero no puedo verte, no puedo tocarte, no puedo sostenerte para reconfortarte. Entonces, me pre­paro, elijo mis palabras, calmo mi voz para poder transmitirte toda esta fuerza y todo este amor a través de los mensajes que te envío por radio.
Estoy tan agradecida con mi abuela que, desde el primer día, ha estado siempre aquí, constante, enviándote cada noche un mensa­je por radio. Siempre estuvo segura de que tú podías escucharnos.
Siempre ha sido fiel.
Gracias a ti ya no podrán decir que no sabían. Tu carta dice toda la verdad sobre lo que tú y los otros rehenes están viviendo. Ya no podrán decir que no se daban cuenta de la urgencia. Tu carta es mucho más que un testimonio, mucho más que un llamado. Es una inmensa sacudida. En tu prisión, luchas más que cualquiera por la libertad, la de todos.
Si hoy las cosas se mueven, es gracias a ti. Quisiera que tus palabras impidie­ran dormir a los comandantes de las FARC y al presidente colombiano, que Manuel Marulanda y Alvaro Uribe no encuentren el sueño antes de haber comprendido que, ahora, la vida de uste­des debe estar antes que su terquedad. Yo, en todo caso, ya no escapo de tus palabras, a donde quiera que voy, ahí están, y ya no podré dormir antes de encontrarte junto a mí.
En Colombia, tu llamado ha despertado a miles de personas, como si de pronto, después de todos estos años, comprendieran que esos rehenes, allá en el fondo de la selva, eran no sola­mente seres vivos sino también gente como ellas, como todos nosotros. Tuve la impresión de que miles de personas se reconocían en tus frases y encontraban de repente la realidad de las cosas. Hasta entonces se daban cifras, tantos cientos de rehenes, tantos años pasados en la selva, tantas personas en las manifestaciones de protesta, tan­tas tentativas de liberación fallidas...
Y de repen­te, tú, por tu coraje, tu fuerza, tu inteligencia, vienes a recordar la evidencia: eres simplemente una mujer, una hija, una mamá. Y con tus pala­bras nos recuerdas que los otros rehenes, todos los otros, son ellos también madres y padres, hijas e hijos, hermanas y hermanos, que también tienen una familia que los espera.
Espero que hoy hayamos comprendido que no hay fatalidad. Ya no podemos decir: No hay nada que hacer, no se puede hacer nada por esos desdichados. No. Tu vida, la nuestra, nues­tros sueños, nuestras dichas, comenzarán ese día tan esperado cuando podamos por fin abrazarte, así como la vida, los sueños, las dichas de todos los otros rehenes, todo eso no depende final­mente más que de algunas personas: de los diri­gentes de las FARC y del gobierno colombiano con quienes ellos piden dialogar. Un puñado de hombres, no más.
Esos hombres no tienen ninguna excusa. Han tenido todo el tiempo para reflexionar en sus actos, han podido sopesarlos miles de veces.
¿Tal vez esperan todavía el “buen” momento? ¿Tal vez esperan una mejor carta en su jue­go?
Los jugadores siempre piensan que van a tener una carta mejor. Sólo que hoy ya no hay juego. Ya no habrá otras partidas. Entonces es necesario que las FARC sean conscientes de que en los días, las semanas que vienen, su decisión hará Historia. Si eligen dar un paso adelante por la libertad de los rehenes, eso quedará inscrito como tal. Si dicen que prefieren esperar, para obtener más, para ganar más, porque se sien­ten protegidos por los prisioneros como por un escudo, perderán. Serán ellos los grandes perde­dores y la Historia lo recordará.
El presidente colombiano, del que hubiéramos podido espe­rar más compasión, humanidad o simplemen­te protección, ha dejado pasar todos estos años manifestando solamente indiferencia o, peor aún, construyendo cada vez nuevos obstáculos para hacer fracasar todas las tentativas de llegar a un acuerdo. Sin cesar nos hemos topado con diferentes tipos de intereses que pasan sobre la vida de los que amamos, tantos pretextos para explicarnos que la situación es complicada, que hay que ser pacientes, etcétera. Sin embargo, si admitieran que la prioridad es la de sacar a esos seres humanos del infierno, entonces las cosas serían sencillas: hay personas que capturan rehe­nes que se llaman las FARC, y hay que negociar.
En tu carta evocas a los Estados Unidos, las batallas que libró Abraham Lincoln por la liber­tad.
Dices que él también debió de toparse con obstáculos absurdos, con Floridas y Praderas, esos dos municipios que las FARC piden desmi­litarizar durante treinta días haciendo de esto una condición para la negociación. Eso parece loco pero es verdad, durante estos largos años, todo se ha resumido a eso: un pleito por un lugar. Ellos apenas hablaban de las modalidades del intercambio, sólo les interesaba el lugar en el que iban a sentarse. Dos kilómetros cuadra­dos de más o de menos para encontrarse, ¡eso es lo que vale la vida de los que amamos! ¡Qué relación de fuerzas tan estúpida! Hoy espero que esos pretextos ya no puedan dar ilusión y que el gobierno y las FARC sean obligados a volver a la realidad. El apoyo que el gobierno colombiano nos ha negado lo hemos encontrado en otra parte, en el mundo, en América latina, en Europa y por supuesto en Francia que, tienes razón, está a la altura de sus valores. El presiden­te francés, Nicolas Sarkozy, ha hecho de tu libe­ración una prioridad y no desiste. Tanta gente se ha levantado para decir simplemente que no aceptan lo inaceptable, y hacen todo para libe­rarte, a ti y a los otros rehenes.
Me pregunto lo que piensas de todo esto, mamá, en el fondo de tu selva, cuando escuchas fragmentos de noticias en la radio. Tal vez ya no crees en eso, que ya pasó mucho tiempo, que ha habido demasiadas esperanzas rotas… Yo, yo sí creo. Pero sé que esto me rebasa. Hay desde ahora todos esos ojos dirigidos hacia ustedes, esas miradas que se indignan, esas conciencias que se despiertan, esta movilización que crece a lo largo del mundo. Es necesario que las FARC lo entiendan: nunca tendrán una oportunidad más bella que hoy. Es necesario que el presidente colombiano se dé cuenta: él tiene el poder de hacer regresar a los rehenes de manera que tú, mamá, y los otros, recuperen su vida. Sí, él tie­ne el poder. Y esto puede ser una oportunidad para él también. Hoy todavía podemos salvarte, podemos salvarlos. Mamá, sabemos que es urgente. Sabemos que estás al límite. Imaginamos lo difícil que es buscar todavía una última parcela de fuerza para soportar una y otra vez otra noche de sufri­miento, otra marcha forzada al infierno, otras humillaciones. Lo sabemos. Vamos a sacarte de ahí. En estos terribles momentos de duda y de abandono, dite a ti misma, te lo suplico, que un poco más lejos, más allá de la selva, estamos ahí, pensamos en ti, luchamos por ti.
Un poco más lejos, sólo un poco más lejos, detrás de las cimas, miles de personas no bajan los brazos y se activan para liberarte lo más rápido posible por­que se reconocen en ti, en tu valor, en tu lucha, porque te consideran como una de los suyos, como una madre, una hermana, una amiga, y que están decididos a no olvidarte.
Tu carta, tus increíbles palabras actuaron como un electroshock. Los jefes de Estado declararon estado de emergencia. Toda Améri­ca latina se moviliza. La situación de los rehe­nes en Colombia se ha convertido en un asunto político internacional. Tu carta ha contribuido a sacarla a la luz y ya nadie puede ignorarla.
Te preocupas por nosotros, tus hijos, Loli, Sebastián y yo. Mamá, no te preocupes por nosotros. Nos peleamos, esperamos tu regre­so, pero también vivimos.
Queremos que estés orgullosa de nosotros cuando regreses.
Tu fuerza siempre nos ha sostenido. Ahora nos toca soste­nerte, cuidarte. Nos toca a Loli y a mí darte lo que tú nos has dado: la convicción de que toda­vía hay un poquito de energía cuando creíamos que habíamos tocado fondo.
Eres resistente, valiente, inteligente y fuerte. Yo lo sé, la resis­tencia, el coraje, la fuerza no son infinitas. Sólo te pedimos un poco más.
Sólo un poco.
Debes resistir, mamá. Nuestras palabras, que te llegan con cuentagotas por la radio, serán tu ener­gía. Nuestros pensamientos, que te enviamos en secreto, serán tu consuelo.
No te abandonamos, mamá. Ganaremos. Quiero verte pronto, recu­perar tu sonrisa, tu alegría de vivir. Habrá de nuevo para ti libros, risas y ligereza.
Esta carta no es una carta de despedida. Es una carta de reencuentros. Hasta pronto mamá.
Mélanie y Lorenzo


Publicado en el diario Perfil el 6 de abril de 2008