lunes, 5 de mayo de 2008

Libros

La correspondencia de Ingrid con su familia

Cartas desde el amor
Ingrid Betancourt, Mélanie y Lorenzo Delloye-Betancourt
Grijalbo
2008


Mamita:
Tu carta, tu inmensa carta, nos llegó después de tantos días de separación, de silencio, de espe­ra, de esperanza. Llegó de tan lejos, más allá del espacio, más allá del tiempo. Como si una vida hubiera pasado entre nosotros. Durante todos estos años, te busqué en todas partes, en mis recuerdos, en nuestras luchas. Durante todos estos años, busqué desesperadamente comuni­carme contigo y saberte viva. Y de pronto, ahí estabas. Tan próxima, tan cerca de nosotros. Leyendo tu carta, encontré tu voz.
En esa selva que te retiene, todo está lejos, incluso el sol. Todo duele, todo es inhumano.
Sin embargo, nada más verdadero y más jus­to que las palabras que has sabido encontrar. Mamá, tú nos has despertado. Tus sufrimientos se convirtieron en los nuestros, tu desesperación es desde ahora nuestra urgencia, tu amor y tu valor son nuestra fuerza. Hoy, comprendo lo que significa ser libre. Estamos tan orgullosos de ti, mamá. Tú que sufres y luchas todos los días en la humildad, tú que encuentras todavía la fuerza de rehusar a jugar el juego de tus secuestradores, ten la seguridad de que nos engrandeces. Nos has engrandecido a todos.
No se podría escribir una carta de amor más bella a los que uno ama. Me acurruco en la dulzu­ra de tus palabras y me repito: ¡Estás viva! ¡Estás viva!

Pero también siento despertar en mí una angustia demasiado fuerte. Ahora que te siento tan cercana, tengo miedo de perderte de nuevo. Sólo tengo ganas de abrazarte y decirte: Aquí estamos mamá; luchamos para hacerte salir de ahí. Aguanta. Hay tantos momentos bellos que te esperan. Nos verás todavía crecer, a Loli y a mí. Pero no puedo verte, no puedo tocarte, no puedo sostenerte para reconfortarte. Entonces, me pre­paro, elijo mis palabras, calmo mi voz para poder transmitirte toda esta fuerza y todo este amor a través de los mensajes que te envío por radio.
Estoy tan agradecida con mi abuela que, desde el primer día, ha estado siempre aquí, constante, enviándote cada noche un mensa­je por radio. Siempre estuvo segura de que tú podías escucharnos.
Siempre ha sido fiel.
Gracias a ti ya no podrán decir que no sabían. Tu carta dice toda la verdad sobre lo que tú y los otros rehenes están viviendo. Ya no podrán decir que no se daban cuenta de la urgencia. Tu carta es mucho más que un testimonio, mucho más que un llamado. Es una inmensa sacudida. En tu prisión, luchas más que cualquiera por la libertad, la de todos.
Si hoy las cosas se mueven, es gracias a ti. Quisiera que tus palabras impidie­ran dormir a los comandantes de las FARC y al presidente colombiano, que Manuel Marulanda y Alvaro Uribe no encuentren el sueño antes de haber comprendido que, ahora, la vida de uste­des debe estar antes que su terquedad. Yo, en todo caso, ya no escapo de tus palabras, a donde quiera que voy, ahí están, y ya no podré dormir antes de encontrarte junto a mí.
En Colombia, tu llamado ha despertado a miles de personas, como si de pronto, después de todos estos años, comprendieran que esos rehenes, allá en el fondo de la selva, eran no sola­mente seres vivos sino también gente como ellas, como todos nosotros. Tuve la impresión de que miles de personas se reconocían en tus frases y encontraban de repente la realidad de las cosas. Hasta entonces se daban cifras, tantos cientos de rehenes, tantos años pasados en la selva, tantas personas en las manifestaciones de protesta, tan­tas tentativas de liberación fallidas...
Y de repen­te, tú, por tu coraje, tu fuerza, tu inteligencia, vienes a recordar la evidencia: eres simplemente una mujer, una hija, una mamá. Y con tus pala­bras nos recuerdas que los otros rehenes, todos los otros, son ellos también madres y padres, hijas e hijos, hermanas y hermanos, que también tienen una familia que los espera.
Espero que hoy hayamos comprendido que no hay fatalidad. Ya no podemos decir: No hay nada que hacer, no se puede hacer nada por esos desdichados. No. Tu vida, la nuestra, nues­tros sueños, nuestras dichas, comenzarán ese día tan esperado cuando podamos por fin abrazarte, así como la vida, los sueños, las dichas de todos los otros rehenes, todo eso no depende final­mente más que de algunas personas: de los diri­gentes de las FARC y del gobierno colombiano con quienes ellos piden dialogar. Un puñado de hombres, no más.
Esos hombres no tienen ninguna excusa. Han tenido todo el tiempo para reflexionar en sus actos, han podido sopesarlos miles de veces.
¿Tal vez esperan todavía el “buen” momento? ¿Tal vez esperan una mejor carta en su jue­go?
Los jugadores siempre piensan que van a tener una carta mejor. Sólo que hoy ya no hay juego. Ya no habrá otras partidas. Entonces es necesario que las FARC sean conscientes de que en los días, las semanas que vienen, su decisión hará Historia. Si eligen dar un paso adelante por la libertad de los rehenes, eso quedará inscrito como tal. Si dicen que prefieren esperar, para obtener más, para ganar más, porque se sien­ten protegidos por los prisioneros como por un escudo, perderán. Serán ellos los grandes perde­dores y la Historia lo recordará.
El presidente colombiano, del que hubiéramos podido espe­rar más compasión, humanidad o simplemen­te protección, ha dejado pasar todos estos años manifestando solamente indiferencia o, peor aún, construyendo cada vez nuevos obstáculos para hacer fracasar todas las tentativas de llegar a un acuerdo. Sin cesar nos hemos topado con diferentes tipos de intereses que pasan sobre la vida de los que amamos, tantos pretextos para explicarnos que la situación es complicada, que hay que ser pacientes, etcétera. Sin embargo, si admitieran que la prioridad es la de sacar a esos seres humanos del infierno, entonces las cosas serían sencillas: hay personas que capturan rehe­nes que se llaman las FARC, y hay que negociar.
En tu carta evocas a los Estados Unidos, las batallas que libró Abraham Lincoln por la liber­tad.
Dices que él también debió de toparse con obstáculos absurdos, con Floridas y Praderas, esos dos municipios que las FARC piden desmi­litarizar durante treinta días haciendo de esto una condición para la negociación. Eso parece loco pero es verdad, durante estos largos años, todo se ha resumido a eso: un pleito por un lugar. Ellos apenas hablaban de las modalidades del intercambio, sólo les interesaba el lugar en el que iban a sentarse. Dos kilómetros cuadra­dos de más o de menos para encontrarse, ¡eso es lo que vale la vida de los que amamos! ¡Qué relación de fuerzas tan estúpida! Hoy espero que esos pretextos ya no puedan dar ilusión y que el gobierno y las FARC sean obligados a volver a la realidad. El apoyo que el gobierno colombiano nos ha negado lo hemos encontrado en otra parte, en el mundo, en América latina, en Europa y por supuesto en Francia que, tienes razón, está a la altura de sus valores. El presiden­te francés, Nicolas Sarkozy, ha hecho de tu libe­ración una prioridad y no desiste. Tanta gente se ha levantado para decir simplemente que no aceptan lo inaceptable, y hacen todo para libe­rarte, a ti y a los otros rehenes.
Me pregunto lo que piensas de todo esto, mamá, en el fondo de tu selva, cuando escuchas fragmentos de noticias en la radio. Tal vez ya no crees en eso, que ya pasó mucho tiempo, que ha habido demasiadas esperanzas rotas… Yo, yo sí creo. Pero sé que esto me rebasa. Hay desde ahora todos esos ojos dirigidos hacia ustedes, esas miradas que se indignan, esas conciencias que se despiertan, esta movilización que crece a lo largo del mundo. Es necesario que las FARC lo entiendan: nunca tendrán una oportunidad más bella que hoy. Es necesario que el presidente colombiano se dé cuenta: él tiene el poder de hacer regresar a los rehenes de manera que tú, mamá, y los otros, recuperen su vida. Sí, él tie­ne el poder. Y esto puede ser una oportunidad para él también. Hoy todavía podemos salvarte, podemos salvarlos. Mamá, sabemos que es urgente. Sabemos que estás al límite. Imaginamos lo difícil que es buscar todavía una última parcela de fuerza para soportar una y otra vez otra noche de sufri­miento, otra marcha forzada al infierno, otras humillaciones. Lo sabemos. Vamos a sacarte de ahí. En estos terribles momentos de duda y de abandono, dite a ti misma, te lo suplico, que un poco más lejos, más allá de la selva, estamos ahí, pensamos en ti, luchamos por ti.
Un poco más lejos, sólo un poco más lejos, detrás de las cimas, miles de personas no bajan los brazos y se activan para liberarte lo más rápido posible por­que se reconocen en ti, en tu valor, en tu lucha, porque te consideran como una de los suyos, como una madre, una hermana, una amiga, y que están decididos a no olvidarte.
Tu carta, tus increíbles palabras actuaron como un electroshock. Los jefes de Estado declararon estado de emergencia. Toda Améri­ca latina se moviliza. La situación de los rehe­nes en Colombia se ha convertido en un asunto político internacional. Tu carta ha contribuido a sacarla a la luz y ya nadie puede ignorarla.
Te preocupas por nosotros, tus hijos, Loli, Sebastián y yo. Mamá, no te preocupes por nosotros. Nos peleamos, esperamos tu regre­so, pero también vivimos.
Queremos que estés orgullosa de nosotros cuando regreses.
Tu fuerza siempre nos ha sostenido. Ahora nos toca soste­nerte, cuidarte. Nos toca a Loli y a mí darte lo que tú nos has dado: la convicción de que toda­vía hay un poquito de energía cuando creíamos que habíamos tocado fondo.
Eres resistente, valiente, inteligente y fuerte. Yo lo sé, la resis­tencia, el coraje, la fuerza no son infinitas. Sólo te pedimos un poco más.
Sólo un poco.
Debes resistir, mamá. Nuestras palabras, que te llegan con cuentagotas por la radio, serán tu ener­gía. Nuestros pensamientos, que te enviamos en secreto, serán tu consuelo.
No te abandonamos, mamá. Ganaremos. Quiero verte pronto, recu­perar tu sonrisa, tu alegría de vivir. Habrá de nuevo para ti libros, risas y ligereza.
Esta carta no es una carta de despedida. Es una carta de reencuentros. Hasta pronto mamá.
Mélanie y Lorenzo


Publicado en el diario Perfil el 6 de abril de 2008

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