viernes, 11 de julio de 2008

Cartas de color violeta:

Las intermitencias de la muerte
José Saramago
Buenos Aires, Alfaguara, 2005


Por Karina Echevarría
La muerte reflexiona frente al sobre violeta que está a punto de enviar. Esta muerte caprichosa, muy humana, elige las cartas por encima de cualquier otro medio de comunicación con los mortales, quizás justamente porque es tan humana.
En la novela de Saramago aparecen las cartas de la muerte dirigidas al director de la cadena principal de televisión, anunciando sus nuevas formas de acontecer, y al director de un periódico amarillista que ha tenido la osadía de corregir su manuscrito. Amenazante, filosófica por momentos, pero fundamentalmente cambiante y voluble esta muerte buscará nuevos caminos para llevar adelante su tarea.
No podremos – por ahora – leer, sin embargo, las otras cartas que recorren el texto. Cartas que causan sorpresa, estupor, ansiedad, miedo, las miles de cartas escritas en papel violeta y en sobres del mismo color. Ellas son más que un medio de comunicación, ellas marcan un plazo para la llegada de la muerte, un mal que se descubre necesario, imprescindible.

…Hay que actualizar los medios y los sistemas, estar al tanto de las nuevas tecnologías, por ejemplo, utilizar el correo electrónico, he oído decir que es de lo más higiénico, que no deja caer borrones ni mancha los dedos, (…) de cualquier modo tenemos mucho tiempo para decidir, están apareciendo nuevos modelos, nuevos designs, tecnologías cada vez más perfectas, tal vez un día decida experimentar, pero hasta entonces seguiré escribiendo con pluma, papel y tinta, tiene el encanto de la tradición, y la tradición pesa mucho en esto de morir.
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2 comentarios:

COMO GATITOS Y PERRITOS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Saludos desde la ciudad luz de La Plata. Leí la novela que uds. publican cuando salió y me acuerdo que disfruté mucho ese tiempo. También había leído otros libros de J. S. y me habían gustado, aunque reconozco que tiene un tipo de escritura un tanto reiterativa (no entre sí, que es la gracia, sino entre uno y otro). Más allá de esta pequeña crítica, la novela me hizo acordar a esa época en que se suponía que la "guerra química" vendría a través de cartas, en los albores del siglo XXI, y el diablo se llamaba Antrax. ¿Se acuerdan?
Roxana