lunes, 4 de febrero de 2008

La vida falsa


Sobre La sirena del Mississipi de François Truffaut (Francia, 1969)

Todo pasa en La sirena del Missisipi porque el amor nace por correspondencia. Uno supone que si no hubiese sido así, no podría haber engaño, muerte, conflicto, película. La primera escena, la que acompaña a los títulos, muestra una sucesión de anuncios clasificados de búsqueda de parejas. Un millonario de la pequeña isla de Reunión, próxima al sureste del continente africano, conoció así a Julie. A través de las cartas se enamoraron y él le propuso matrimonio. Ella emprende el viaje del encuentro y el relato comienza con el barco que arriba a la isla y él, como quien quiere unir por primera vez la palabra y la cosa, la va a buscar. Allí se le presenta una bella señorita rubia, que no se corresponde con el retrato de la morena que ella le había enviado oportunamente acompañando una de sus cartas. Ella le dice que no había querido enviarle la fotografía certera porque creía que si hubiese sido así, él no la habría aceptado. Igualmente, ese mismo día se casan y, por esas cosas del amor, le cede la potestad de mover sus inmensas cuentas bancarias a placer. Ella, un día, no está más a su lado. Y, claro, tampoco el dinero. Inmediatamente descubre que no era la verdadera Julie la que había arribado al puerto con el Mississipi –así se llama el barco-, su flamante esposa, la ladrona. Con empecinamiento, la sale a buscar.
Éste que podría ser el problema que atravesara todo el film, es sólo la piedra de toque del desarrollo que tiene más que ver con conflictos psicológicos que con policiales. Aunque, y bueno es decirlo, la trama policial potencia el escalonamiento de las sensaciones y mundos interiores de los personajes, sus modos de ser y proceder, sus relaciones.
La posibilidad de mentir con cartas es un tópico central de la epistolaridad. Pero el film de Truffaut no trabaja con la carta falsa sino con la vida falsa, el mundo que se trastoca para parecerse lo más posible a la carta verdadera.


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