miércoles, 20 de agosto de 2008

Arte de correspondencia

Arte Correo, arte de correspondencia o lo que miramos nos mira
prueba de artista:
Jesús Romeo Galdámez

Al dadaísmo le debemos la devolución de los objetos cotidianos: periódicos, anuncios, viñetas, tiquetes, letras, en códigos artísticos de nuestro tiempo, así la pintura, la poesía salen de sus salones purificados por el incienso impuro de la pureza selectiva y se integran a la fuente de su origen: la calle, la vida. También somos deudores con el Oriente, con su caligrafía, sus ideogramas, que son un esfuerzo puro de entrelazar la imagen con la escritura, de compactarla, porque un ideograma es una imagen gráfica, escritura que es a la vez dibujo de la imagen. Por muchos años este juego, trabajo de la sabiduría china, ha tenido en poetas y pintores sus seguidores, sus huellas están latente tanto en los cablegramas de Apollinaire como en las composiciones, léase grafía de los futuristas jefeados por Myakosky, y su cartelería, arte de cartel, anuncio. Esta carrera no ha parado, su intentona de perpeturar lo cotidiano con lo eterno ha seguido en nuestros días con el arte Correo o Arte de Correspondencia- entre el artista y la gente- o viceversa.Ha sido en Brasil, donde esta escuela ha tenido mayor pasión, delicadeza y asombro, tenía que ser así, pues también allí surgió ese movimiento de poesía concreta que es un antecedente de este arte mensajero, testimonial, histórico y rescatador de nuestros actos gráficos visuales.Al ver con ojo de buen cubero el conjunto de serigrafías de Jesús Romeo Galdámez, descubro esas huellas, esos puntos de partida al tiempo que alabo su esfuerzo, el más cercano por su modernidad al de la poesía, por ejemplo de Roque Dalton (Taberna), pues junta (aún en lo puramente panfletario) testimonio y poesía, líbelo y pintura; letras y números; sellos de correos y billetes de banco; mitología y cotidianidad; arquitectura y destrucción, pasado y modernidad; lo antiguo y lo nuevo, conformado así un discurso, nuevo y necesario, una interpretación salvadoreña de nuestra historia a través de recortes pedaceados (collages), huellas, pitas anudadas y tarjetas de lotería sorteadas por el azar del cipote que en Jesús Romeo Galdámez juega a ganarle al tiempo sus dones. Su magia.Otro rollo es el de grandes posibilidades arrancadas a la serigrafía, esa cajita, hasta hace algunos días estampadora de camisas, membretadora barata, o hacedora chabacana de toda una suerte de iconografía porno; porque en las manos de Jesús Romeo Galdámez, obtiene otras calidades, otros matices, otras marcas, verdaderos deslumbramientos que toman al cielo por asalto, el cielo imaginado, el cielo de posibilidades, la cantidad hechizada hecha con los ahorros y despilfarros de la imaginación. La serigrafía, así se convierte en el ser de la grafía, en el vehículo, carrito de los dioses, cajita en la que caben los cachivaches de nuestras memorias de la que no se excluye la memoria de Dios; la maquina cosedora de billetes, el juguete de la duendería, una arma también para asustar a los asesinos de la historia.El gozo de la contemplación es totalitario como en una comilona de que son huéspedes Trimalción y Ugolino, pues es nuestro paisaje el que miramos hechogirones, colorcitos, trazos, manchas y borrones, fotografías, textos, doliéndonos también de contemplar lo que somos, pues somos lo que miramos; el hombre de la bananera somos; la mujer con el canasto, somos; el ser anónimo que se pierde en el envés infinito de la esquina somos. Somos nosotros mismos que al contemplar nos contemplamos. Somos nosotros mismos este mapa hecho de pedacitos, coloreado y choyado tantas veces por la manos del Ser y el Grafista: ojos de buey: Jesús Romeo Galdámez.

Alfonso Kijadurías
Publicado en Co(razón) Collage

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